¿A qué se presenta Feijoo?

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

05 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

A Fernando VII, retenido en jaula de oro por Napoleón, le llamaban El Deseado sus partidarios, interesados en evitar que se desmoronase el Antiguo Régimen. Regresó, pues, el amado monarca, anuló la Constitución de Cádiz y sus decretos -«como si no hubiesen pasado jamás tales actos y se quitasen de en medio del tiempo»- y retrocedió algunas décadas, una vez más, la errática historia de España. Tampoco el deseado Alberto Núñez Feijoo, salvando la distancia que separa la monarquía absolutista de esta pequeña comunidad perdida en los confines de Europa, se ha hecho mucho de rogar. Han podido más las aclamaciones de sus acólitos que el valor del compromiso que limitaba su permanencia en Monte Pío a dos mandatos. O tal vez le ha podido la vanidad. Vanitas vanitatum omnia vanitas.

Vuelve Feijoo, ¿pero a qué vuelve? No a enmendarle la plana a su antecesor, como pretendía Rajoy con respecto a Zapatero, ya que Núñez Feijoo solo pretende heredarse a sí mismo. Y abofé que demuestra coraje el flamante candidato, porque el legado asusta al más valiente. En estos siete años de su mandato Galicia entró en barrena. Entre el último trimestre del 2008 y el último del 2015 se destruyeron catorce de cada cien empleos que había en la economía gallega y el número de parados aumentó un 74,4 %. La crisis carga con las culpas, pero alguien debería explicarnos por qué razón España, donde la ocupación disminuyó un 9,8 % y el paro creció un 49 % en el mismo período, resistió mejor la embestida. ¿Por qué Galicia cayó a mayor profundidad cuando caían todos y crece menos cuando los demás comienzan a levantarse?

Vuelve Feijoo y lo hace a pecho descubierto, oxidadas ya las medallas que pretendió colgarse. Todos sus proyectos estrella se desbarataron como las losetas de ese monumento al despilfarro ubicado en el Gaiás. Del grupo financiero que iba a ser engendrado por la fusión de las cajas de ahorros apenas queda un vago recuerdo. Del histórico acuerdo para el sector lácteo, rubricado entre los rugidos de los tractores, solo queda un puñado de ganaderos que intentan sobrevivir, heroicamente, con los precios de la leche más bajos de Europa: 28 céntimos el litro. Del macroproyecto de acuicultura, papeles abandonados en el cajón. Del plan eólico, punta de lanza contra el bipartito, demandas en los tribunales y ni un triste megavatio instalado desde entonces.

Vuelve Feijoo y, a falta de medallas, presume de haber cumplido a rajatabla con el déficit. ¡Y a qué precio! Al precio de reducir un 18 % el presupuesto de sanidad, suprimir 1.795 plazas de personal -513 médicos menos-, hipotecar el hospital de Vigo y privatizar paulatinamente el sistema gallego de salud. Y a costa de restarle 335 millones y 1.500 profesores al sistema educativo.

«Vuelve Feijoo, ¿pero a qué vuelve?», le pregunto al camarero que me sirve el café. «A salvar los muebles del PP», me responde y sigue con lo suyo. Si es así, me digo, acierta: no veo mejor candidato para esa tarea.