Tiene que existir un área de descanso en la vida de Pablo Iglesias. Que le den un KitKat. Le gustan las ruedas de prensa más que a Ana Obregón los posados de verano. Empieza a repetir(se). Tiene que haber un punto intermedio entre una rueda de prensa anual sin preguntas y televisada por plasma y esta epidemia de ruedas de prensa larguísimas que, a veces, recuerdan a los discursos de Fidel. Algo que sirva para que los españoles estemos informados y no saturados ni deformados. Luz y taquígrafos, por supuesto. Espectáculo, no. Sánchez va a tener que tomar mucha poción mágica para no convertirse en el dibujo animado de la negociación. El que pone los chistes pero no decide nada. Tiene líneas rojas por todas partes. Los barones. Los de Podemos. Rivera. Un mes (ya solo tres semanas). El reloj que corre. Bruselas. La prima de riesgo. Los bonos del Tesoro. El referendo de los 195.000 de las bases. La independencia de Cataluña. La prensa hostil. Y la prensa afín, que nunca se sabe si es más hostil que la otra. Y, sobre todo, las familias con dificultades, los parados, que no se merecen más show. Llevamos una semana desde la misión (im)posible y parece que pasó un año. Y las elecciones del 20D da la sensación de que fueron en el Pleistoceno o cuando los dinosaurios. Todo tuiteado hasta el infinito. Repetido y amplificado en las redes sociales hasta convertirlo en ruido. Creo que Sánchez se entusiasmó demasiado para intentar un triángulo escaleno, en el que va camino de ser el lado pequeño.