Daños colaterales

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

14 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace pocos días saltaba a la prensa el caso de una jubilada en Cádiz que osó dar unas clases de macramé por las que Hacienda le reclama un dinero imposible de pagar. Algo parecido ocurre con los escritores jubilados, a quienes no se les permite cobrar su pensión al mismo tiempo que los réditos que obtienen por su obra.

Especialmente dramático es el caso de los médicos que trabajamos toda la vida en la sanidad pública y a quienes se jubila a los 65 años, quieran o no, sin poder ejercer otra actividad so pena de tener que renunciar a la pensión.

Un médico a esa edad está en el cénit de su carrera, muchos compañeros de valía y compromiso reconocido sufren el rigor de una ley absurda y aleatoria -según la España en la que te toque vivir- con la que políticos que no se jubilan nunca creen ahorrar unos euros sin pensar en los daños colaterales que ocurrencias así tienen sobre los afectados y la sociedad en general.

¿Puede un país desahuciar ese capital de sabiduría e inteligencia colectiva sin echar todo el sistema abajo? ¿Pueden las nuevas generaciones mantener una referencia ética en su formación cada vez más deshumanizada? Una buena organización social requiere de dosis proporcionales de vigor y experiencia, serenidad y arrojo, sabiduría y ambición.

Y mientras las Administraciones no perciben el desastre que generan, muchos compañeros ven interrumpidas sus investigaciones, magisterio, compromisos nacionales e internacionales, proyectos, tesis doctorales, sin otra salida que la perplejidad o la depresión por jubilación.

La depresión del jubilado es una entidad en auge, aunque no figure en los manuales de clasificación americanos -quizás porque en la cultura anglosajona no se conciben leyes de desahucio de buenos profesionales-. Debajo de todo estado depresivo siempre late alguno de estos tres sentimientos envenenados: la culpa, el fracaso o la pérdida.

¿Qué pierde un médico con más de cuarenta años de experiencia y dedicación en plena lucidez cuando lo desahucian? ¿Qué hace con su vida cuando su vida ha sido dedicada casi en exclusiva a estudiar, ayudar y aprender de sus enfermos? Lo que menos pierde es dinero. Pierde contractualidad social, pierde tiempo, pierde ilusión, pierde el sentido que ha dado sentido a toda su vida. La mayoría de los médicos pasan más tiempo con sus enfermos que con su familia y amigos.

Los que no somos lo suficientemente jóvenes como para saberlo todo, sabemos que el mundo simbólico y las emociones son mucho más poderosos que el mundo real.

Cuando la realidad te despoja vía legal de todos tus atributos simbólicos, la vida deja de merecer la pena y la penumbra depresiva lo cubre todo.

D. E. P.