El paro, los políticos y las farolas

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

04 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Los políticos usan las estadísticas como los borrachos las farolas: no para alumbrarse, sino para apoyarse en ellas y no caerse. La analogía, que hace años escuché de boca de Josep Borrell, siempre me pareció brillante. En vez de arrojar luz sobre lo que pasa, los datos estadísticos constituyen un inagotable arsenal donde unos y otros se surten de munición para zurrarse la badana. Cada uno los interpreta a su manera, los retuerce para encajarlos en sus prejuicios y les hace decir A o su opuesto B, según convenga.

Cada principio de mes, coincidiendo con la publicación de las cifras de paro registrado y afiliación a la Seguridad Social, se repite la misma ceremonia. En la versión oficial, generalmente respaldada por la patronal, los datos dejan claro que disminuye el paro, se crean puestos de trabajo y estamos en vísperas de recibir el alta médica. A juicio de la oposición, habitualmente apoyada por los sindicatos, se continúa destruyendo empleo, se deteriora de forma galopante la calidad del trabajo y cada vez hay más parados absolutamente desprotegidos. En resumen, los datos son positivos para el Gobierno, aunque con algún lunar, y negativos para la oposición, si bien con algún rasgo positivo. Dos lecturas contrapuestas de una misma realidad.

Días atrás, con motivo de la publicación de las cifras de enero, asistimos a la misma liturgia, pero con un nuevo matiz, tan sutil como significativo, producto del galimatías político en que vivimos. Dos secretarios de Estado ofrecieron, sin pretenderlo, dos valoraciones distintas. El de Empleo, Juan Pablo Riesgo, siguió el catón: «Se mantiene la mejoría del mercado laboral». El de la Seguridad Social, Tomás Burgos, admitió que la inestabilidad política comienza a perturbar la creación de empleo; es decir, si la incertidumbre ya se nota en el mercado laboral, está reconociendo implícitamente que los datos de enero no son tan buenos como dice Riesgo. A lo mejor Tomás Burgos se está preparando para el cambio que viene -si viene-, donde todo lo bueno por principio, después será rematadamente malo. La misa será igual, pero los oficiantes distintos. Y en lugar de decirla en latín y de espaldas a los fieles, quizá opten por oficiarla de frente y en lengua vernácula.

-Déjese de florituras, amigo columnista, y díganos lo que se espera de usted: ¿fue positiva o negativa la evolución del empleo en enero? Mójese y denos su interpretación.

No caeré en la trampa saducea. También yo, como Rajoy ante el rey, tengo derecho por una vez a declinar la invitación a pronunciarme. Me limitaré a recordar un par de datos. El paro creció en 57.247 personas el mes pasado, pero fue el enero menos malo desde que estalló la crisis. El empleo menguó en 204.403 afiliados a la Seguridad Social, la mayor caída desde la segunda recesión. Con esas cifras y otras que fácilmente puede recabar, juzgue el lector por sí mismo. Y si alguien lo acusa de parcialidad, no dude en recurrir a la cita de Unamuno: claro que soy subjetivo, porque no soy un objeto.