Matador

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

27 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay una marca España ganada a pulso. Cincelada durante años. La de la paella precocinada. La del tinto de verano que ni es tinto ni veraniego. La del «vuelva usted mañana que a mí hoy me da la risa». La de los faralaes made in China y las patatas bravas solo por su textura. Estos días, en esos medios internacionales que tanto gusta tomar como referencia para dar lecciones políticas y económicas, saltan a la vista titulares sobre la corrupción política en España (lo turbio nuestro de cada día, nada nuevo bajo el sol) y se reproduce con insistencia la fotografía de Francisco Rivera toreando una vaquilla con su hija pequeña en brazos (atención, esto sí que es noticia). El caso de Rivera presenta todos los ingredientes para que periódicos anglosajones entren a matar en el asunto. El diario británico The Guardian presentaba así la cuestión: «Hay dilemas cotidianos en la crianza de los niños y luego está el siguiente: ¿Cuando se enfrenta a un toro herido en un ruedo, es oportuno llevar a su hija de cinco meses de edad en sus brazos?». El torero primero se vio desbordado por el tsunami tuitero, que incluso llegó a pedir su muerte, a ser posible por lapidación y retransmitida en directo por las redes. Después acudieron al rescate otros matadores con una ola de solidaridad fotográfica, retratándose a diestro y siniestro, nunca mejor dicho, con hijos y sobrinos, para defender «su tradición y sus valores». En medio, el debate y la fiscalía. De repente, parece que la bailarina sevillana vuelve a reinar sobre los televisores de tubo. Al ir de viaje, habrá que prepararse para recibir la posible embestida de la pregunta incómoda: «¿De España? ¿Y usted torea solo o con niño?».