Nuevas elecciones

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

25 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Conoce Pedro Sánchez la historia de su propio partido? La respuesta más razonable es que sí. Pero en realidad parece dispuesto a hacer lo contrario de lo que en su día defendieron Indalecio Prieto o Largo Caballero sobre la unidad de España. ¿Está jugando irresponsablemente con nuestro futuro? Cabe pensar cualquier cosa, porque su mensaje, abstruso y superficial, no permite catalogar la naturaleza de sus compromisos.

Tal vez la frase que mejor retrata y delata a Pedro Sánchez es la que usa cuando, repetidamente, presume de hablar con todos. La verdad es que se ha prestado a negociar con todos, menos con el PP, que, paradójicamente, fue quien ganó las elecciones con una mayoría insuficiente o no absoluta. Este juego de premisas y camuflajes me parece lamentable. Porque hablar con el PP tampoco quiere decir casarse con él. Simplemente denotaría que en la cabeza de Sánchez no se impone el prejuicio de las dos Españas. Desde que se conocieron los resultados, he argumentado en estas páginas mi convicción favorable a una nueva convocatoria de elecciones. Sé que no es una idea ilusionante, ni siquiera para mí, pero es la única forma positiva que veo de salir de esta encrucijada de chalaneos descarados. Los españoles no han votado por este espectáculo, aunque los resultados lo permitan. Por ello cabría apelar a la altura de miras de nuestros políticos, para que seamos los votantes -y no ellos- quienes deshagan el embrollo.

Yo era de los que creían que Podemos aún no podía (sus resultados todavía me siguen pareciendo prematuros e inestables, pero son tan reales como la vida misma y no seré yo quien los discuta o descalifique). En realidad, ahora creo que Podemos pudo y que este PSOE, no. Por esto, las prisas de Sánchez me parecen ahora las propias de un político empeñado en huir de la quema y salir hacia adelante tan rápido como pueda, aun a costa de desnaturalizar su partido (si es que este, al cabo, se lo consiente). La ventaja de unas nuevas elecciones es que seríamos nosotros -los españoles, el pueblo, la gente, los ciudadanos- los que arregláramos nuestro propio entuerto. Nada me parece más democrático y oportuno. Así sabríamos de verdad si repetiríamos los resultados.