Reconocerse como partes legítimas de la izquierda

Manuel Lago
Manuel Lago EN CONSTRUCCIÓN

OPINIÓN

22 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Es mejor empezar por la conclusión para que todo quede más claro: en el nuevo ciclo político/electoral que se ha abierto el PSOE solo podrá gobernar apoyándose en las fuerzas que están a su izquierda. Y lo mismo en el sentido contrario: Podemos, las Mareas y las demás candidaturas de este tipo solo gobernarán sobre la base de acuerdos con el Partido Socialista. Así de claro.

Esta es una más de las consecuencias de la ruptura del bipartidismo. Ocurre en el bloque electoral de la derecha y más claramente en el de la izquierda. La irrupción de nuevos actores políticos hacen prácticamente imposibles las mayorías absolutas y muy difícil que una sola fuerza alcance una mayoría suficiente que le permita gobernar en solitario. La razón es que no estamos en un trasvase de votos entre la derecha y la izquierda, sino a una redistribución de cada espacio ideológico entre varias candidaturas. Un juego de suma cero en el que lo que sube una lo bajan las otras.

Las personas que ahora han votado a En Marea o a Podemos, y hace unos meses a las candidaturas de unidad en muchas ciudades, antes lo hacían al PSOE, a Izquierda Unida o al BNG. Este reparto de los votos de la izquierda impide que ninguna de ellas pueda alcanzar por sí sola una mayoría de gobierno. Ni en el Estado, ni en las comunidades autónomas, ni en la mayoría de los ayuntamientos, tal y como ha ocurrido en las elecciones municipales y autonómicas del 24 de mayo y en las generales del 20 de diciembre.

Esta es la nueva realidad política del país y las fuerzas de izquierda tienen que adaptarse a ella lo más rápido posible, porque ha venido para quedarse: ni el PSOE va a desaparecer por el desagüe de la historia ni la izquierda emergente es un suflé que bajará tan rápido como subió. Van a tener que convivir y es mejor que se acostumbren pronto.

Por desgracia, la colaboración en la izquierda es tan necesaria como difícil. Además de los prejuicios y las desconfianzas por el pasado, las campañas electorales les obligan a confrontarse, porque se disputan el mismo espacio ideológico, y eso les obliga a acentuar sus perfiles diferentes ante los votantes. Pasar del enfrentamiento al entendimiento para formar Gobierno en apenas unas semanas no es una tarea fácil, pero tienen que hacerlo porque si no le están entregando el Gobierno a la derecha. Si en la campaña lo que resaltan son las diferencias, al día siguiente de la votación tienen que poner en primer término lo que comparten.

Las direcciones de las organizaciones están ante una enorme responsabilidad ante sus votantes. No alcanzar un acuerdo para formar un Gobierno alternativo al PP en el Estado, o dejar caer un gobierno municipal en manos de la derecha, sería una catástrofe política para ellos, que tendría graves consecuencias desmovilizadoras entre la gente que les vota, que verían frustradas sus expectativas de cambio. Esta tarea compleja, de confrontar ideas y programas pero ser capaz al mismo tiempo de llegar a acuerdos, tiene una condición básica e imprescindible: reconocerse mutuamente como partes legitimas de la izquierda, con perfiles distintos y representando a sectores diferentes, pero que comparten valores y objetivos.