Pólvora y tequila

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

17 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Tuvo que ser en México, donde la vida es una telenovela con banda sonora de corridos y corridas, donde los machos no se rajan y las hembras exhiben su belleza con orgullo y ferocidad; en ese México de pólvora y tequila donde las pasiones no son líquidas y por apurarlas se apuesta todo al gallo ganador. Solo en ese México eterno se podía alumbrar una historia tan alucinante como la del Chapo Guzmán y Kate del Castillo.

Nada que ver con la de otras parejas famosas del mundo del hampa. No son Bonnie y Clyde, ni Marilyn y Kennedy, ni Hitler y Eva Braun. La atracción del Chapo y Kate es de otra índole, es una embriaguez osada, un tifón hormonal capaz de hacer astillas la realidad.

Dicen que el verdadero amor consiste en dar lo que no se tiene a alguien que no existe.

El Chapo y Kate son dos personajes de telenovela hecha realidad. Hay que sentirse exultante de pasión para mantener una relación con el infierno y estar dispuesta a darlo todo -hasta lo que no se tiene- por un encuentro con tu fantasía en la selva mexicana y saltar del culebrón a las culebras. Kate del Castillo sedujo y se dejó seducir por del Duce de Sinaloa (seducere: seguir al duce, al jefe). La quimera de Kate era conseguir al monstruo bondadoso hecho de balas, dólares y cocaína y lo logró; o quizás no fue ella, sino la reina del sur que alimentaba la fantasía de un Chapo que, teniéndolo todo, cayó seducido por lo que no existía más que en su ensueño, como ocurre en todas las grandes pasiones.

Una fantasía, la del Chapo, que le insufló tal sensación de invulnerabilidad que no le importó arriesgarlo todo, su vida y su libertad, con tal de poseerla. Al sublime acto de amor imprudente de salir de su madriguera para someterse a una intervención quirúrgica en los genitales con el fin de poder dar a su amada lo que no tenía, para ofrecer una colosal potencia sexual digna de la más intensa de las mentiras. «Sé que lo hiciste por mí, Chapito mío -le escribía Kate-, que querías que nuestro encuentro fuera memorable. Eres de una generosidad que ninguna otra mujer ha conocido».

No le valía una dosis de viagra al Chapo para enfrentarse al chute del encuentro con su locura, necesitaba que todo lo que anhelaba fuera de verdad y no dudó en salir de su madriguera de oro para recurrir al tequila y el bisturí.

Amor del bueno, del que da lo que no tiene a quien no existe.