El apocalipsis de Artur Mas

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa FARRAPOS DE GAITA

OPINIÓN

30 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando Artur Mas heredó Convergència -en el pujolismo todo se explica por los hereus: desde el avi Florenci al pequeño Oriol-, se hizo con el mando de un partido hegemónico en Cataluña que solo cedía el paso civilizadamente al PSC en las elecciones generales y en la alcaldía de Barcelona.

De aquella masa crítica de 1.200.000 votantes que la difunta CiU todavía cosechó en las autonómicas del 2010, solo quedan ahora los 565.000 irreductibles que el 20D apoyaron a Democràcia i Llibertat, la nueva franquicia de diseño con la que Mas trata de camuflar la destrucción primero de su alianza con Unió y después de su propio partido, que por no tener no tiene ya ni sede ni siglas.

Artur Mas ha volado por los aires el sistema de partidos que existía en Cataluña hace un lustro. Al arrastrar a la política catalana al estéril bucle del secesionismo, se ha llevado por delante el legado pujolista, pero también a un PSC desnortado y perdido en la indefinición ideológica que hasta entonces había sido decisivo para que en las generales el PSOE marcase distancias en escaños y votos con el PP. Una herida que todavía hoy se lame el socialismo y que subyace bajo la crisis de identidad que enfrenta a Ferraz y sus barones feudales.

No contento con su faena como dinamitero del sistema, Mas ha decidido poner las llaves del polvorín en manos de unos cuperos que sueñan con largarse del euro, de la UE, de la OTAN, de la civilización occidental e incluso del mapamundi.

Hubo un instante en que llegamos a pensar, algo ingenuamente, que Artur Mas era el capitán Willard (Martin Sheen) de Apocalypse Now: el chico de los recados que el tendero había enviado a cobrar sus facturas. Pero, después de que la asamblea dominguera de la CUP le haya pasado por encima con su empate a 1.515, empezamos a tener claro que Mas es el mismísimo coronel Kurtz, ese delirante Marlon Brando atrincherado río arriba, entre las ruinas y la locura.

Sheen ya explicaba entonces con una frase devastadora cómo había llegado Kurtz a perder la cabeza y el contacto con la realidad. Y ahora sabemos que, en el fondo, estaba hablando de un señor trajeado de Barcelona llamado Artur Mas i Gavarró:

-Primero rompió con los demás y después rompió consigo mismo. Jamás había visto a un hombre tan roto.