Violencia latente

Carlos Agulló Leal
Carlos Agulló EL CHAFLÁN

OPINIÓN

18 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Impecable la reacción de los partidos políticos y de la inmensa mayoría de los ciudadanos tras la agresión a Mariano Rajoy en la recta final de la campaña. Porque más allá de las diferencias, que pueden ser profundas e insalvables, de la tensión y las salidas de tono que puedan producirse en la carrera hacia las urnas, hay una línea que casi nadie está dispuesto a tolerar que se atraviese. Y eso es una buena noticia sobre la salud de la democracia; habla de cómo ha calado el espíritu de concordia y de respeto al que piensa diferente. Una reacción que contribuye a despejar el fantasma de la confrontación que, no hace tanto, tuvo dramáticas consecuencias para este país.

Las circunstancias de la agresión, incluso la personalidad del agresor, parecen restarle cariz político a las acción. Pero no gravedad. No debe restarse importancia al ataque sufrido por un candidato. Ni tolerarse argumentos retorcidos que acaban convirtiendo a la víctima en culpable. Porque la violencia es siempre repudiable y el canal democrático para -quien quiera hacerlo- decirle no a Mariano Rajoy o para repudiar una política que no pocas personas llaman austericida, es acudir el domingo a votar. No se dirá, y menos esta vez, que el sistema es perverso e impide opciones para canalizar las aspiraciones de la gente.

Y tampoco debe restarse importancia a la agresión porque, aunque aislada y de poca trascendencia política, es un síntoma de que suceden cosas en el mundo de los adolescentes que quizás se nos escapan. Las conversaciones previas mantenidas en redes sociales entre los amigos del agresor revelan una banalización de la violencia preocupante. Por fortuna, pocas veces se sustancia, pero existe.