Mis amigos catalanes

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

07 dic 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Dicen que la confrontación en torno al futuro de Cataluña está afectando a las relaciones entre unos (partidarios de seguir siendo españoles) y otros (independentistas). Es posible que sea así, pero desde luego no se corresponde con mi experiencia personal. Entre mis amigos catalanes hay de los unos y de los otros, y no he notado ningún cambio en nuestras relaciones. ¿O sí? En realidad quizá debería admitir un cambio de otra índole, que podría resumirse en que de eso no se habla. Porque es verdad que no hablamos de eso tan aparentemente relevante. Ni siquiera se producen discrepancias ocasionales, porque el asunto es debida o indebidamente orillado con sólita educación. ¿Es esto malo? En parte creo que sí. Porque me gustaría saber qué piensan de lo que está sucediendo unos catalanes por los que siento respeto y cariño. Pero lo cierto es que acabamos hablando de periodismo internacional, de la situación económica mundial o de la llegada masiva de refugiados. ¿Y de Cataluña? Nada que decir, esto es, nada que discutir. Porque estoy convencido de que el objetivo final es evitar la discordia. Lo cual me ha llevado a pensar que, cuando menos, mis amigos catalanes son amables y respetuosos, y tienen en alta estima las buenas relaciones personales que mantenemos. Pero no las tengo todas conmigo. Es decir, a veces desconfío. No entiendo ciertos silencios que se producen de repente, como si no hubieran oído algo que acabo de decir. Y, ¡qué curioso!, entonces me parecen gallegos. Gallegos como yo. Es decir, unos tipos más próximos a mí de lo que yo mismo había imaginado nunca ¿O acaso hay algo más gallego que esos silencios impenetrablemente equívocos? Yo estoy familiarizado con ellos en Galicia, es cierto, pero resulta que ahora no encuentro ninguna diferencia con los que se producen en Cataluña cuando espero alguna luz sobre lo que pasa allí, sin tener que preguntarlo o provocarlo. La respuesta es ninguna. Incluso hemos dejado de gastarnos bromas, supongo que para evitar equívocos. Sé algunos chistes rudos que se aplican por igual a catalanes y gallegos, pero no me animo a compartirlos. Ya habrá mejor ocasión, me digo. Y, mientras, sigo el partido a oscuras.