El padre de Monedero

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

22 nov 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El medio de instrucción social más poderoso se despliega a la hora de la comida. En las croquetas de cada madre va escondida la identidad de la estirpe. Hay amistades de años que se han roto por vindicar la superioridad de la tortilla de patatas de las respectivas progenitoras, como si la manera familiar de cascar los huevos fuese una manifestación metafísica. Por eso tendemos a considerar que los hermanos comparten rasgos esenciales que les impiden ser contradictorios entre sí, como si hubiese una marca de serie implícita en el ADN que explicaría cosas más sutiles que esa peca en el mentón. Hay algo dentro de nosotros que busca por instinto un orden natural imposible en los linajes, un determinismo que puede ser muy destructivo. Los familiares de los grandes canallas tienden a borrarse el apellido para huir del estigma de la sangre, sabedores de que nadie pondría al cuidado de sus hijos a un hermano de Satán, aunque en su corazón, el pobre, solo albergara bondad. Los franceses llevan una semana escrutando los ojos del hermano de dos de los terroristas de París, Salah e Ibrahim, convencidos de que en sus pupilas habrá alguna explicación.

En España, el padre de Monedero va en las listas de Vox y el hermano de Wert, en las de Podemos. Muchos consideran los fichajes una inquietante distorsión que los matiza a ellos y a sus famosos parientes, como si algo hubiera fallado en la temperatura de la sopa de fideos. En Cataluña, el asunto de la independencia empezó a preocupar cuando algunas familias se pusieron a engullir los calçots en silencio.