El engaño del mapa plano

Jorge Mira Pérez
Jorge Mira EL MIRADOR DE LA CIENCIA

OPINIÓN

24 may 2016 . Actualizado a las 11:41 h.

Vivimos en un planeta que cambia su orientación con respecto al sol 47 grados cada 6 meses. En nuestra latitud eso genera unos cambios entre las duraciones del día y la noche de casi 6 horas y media cada 6 meses. La magnitud de estos números es tan grande (¡y mayor cuanto más al norte en Europa!) que no dejan de sorprenderme las posturas opuestas a la actual reglamentación horaria europea, necesaria para conseguir una pequeña adaptación a ese baile de nuestro planeta. Lo peor es que, con ocasión del cambio de hora, algunas personas aprovechan para disparar también contra nuestro huso horario oficial, que pretenden modificar. Para sus argumentos presentan el continente europeo en un plano, destacando el meridiano de Greenwich con la zona del este a oscuras y la del oeste iluminada. Como muy bien indica un profesor de la Universidad de Sevilla, el amanecer es el que marca el origen de los horarios y, principalmente, el amanecer invernal es el caso más crítico. ¿Y cómo va la raya que marca los amaneceres invernales en Europa? Pues con la orientación que lleva la franja central del continente europeo que, si se fijan en el mapa plano, está tumbada 45 grados hacia la derecha. ¡Sorpresa!: como nuestro planeta es una bola y no un plano, la gran mayoría de los europeos (entre ellos españoles, franceses y alemanes) entramos en el amanecer invernal de modo paralelo. Ah, por simple simetría también veremos ponerse el sol más o menos igual de tarde en el verano (y a la misma hora, si seguimos manteniendo nuestro huso).