campo de batalla
La remodelación del gobierno despeja dudas sobre el propio futuro de Feijoo. Entre líneas se puede leer que será él, y no otro, el próximo candidato del PP a la presidencia de la Xunta. Trata de aplacar así el debate externo, y zanja el interno. Esto, claro, a expensas de lo que pueda suceder el 20D, que puede ser casi nada o un maremoto de consecuencias imprevisibles. También en clave interna, la crisis de Gobierno es un gesto de Feijoo para subrayar que sigue al mando, y para transmitir a los suyos que los errores se pagan: se desprende de la cuestionadísima Rocío Mosquera, cuyo solo relevo justificaría para algunos sectores esta crisis, y, en otro nivel, quizás espoleado por la operación Zeta, limita las competencias de Beatriz Mato, quien no obstante mantiene todavía la confianza de su jefe. En clave interna también se puede leer el ascenso de Francisco Conde, investido superconselleiro, y la entrada del exalcalde de Ferrol y los regidores de Baiona y Melide en sendas áreas: guiño al municipalismo y mensaje de que hay promoción en el PP. En clave externa, es oportuno el desdoblamiento de Medio Rural y Mar, áreas hípersensibles que obviamente merecen dos cabezas pensantes y actuantes en un país como Galicia, y el avance, sobre el papel, en el giro social que puso en marcha tras la debacle popular en las municipales. En un escenario nada favorable para los populares (en buena medida porque ellos se lo han buscado) Feijoo parece tener claro, no como Rajoy, que el movimiento se demuestra andando, aclarando por fin algunas dudas sobre su futuro y el de sus políticas. El resto de las dudas las van a terminar de aclarar las urnas.