Badia del Vallès

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa FARRAPOS DE GAITA

OPINIÓN

29 sep 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

En 1994, cuando me quedé un tiempo colgado de la brocha del limbo universitario entre la Autónoma y la Universidad de Barcelona, viví durante unos meses en Badia del Vallès. Es uno de esos municipios del cinturón rojo de Barcelona, construido sobre las torres colmeneras del desarrollismo y con mucha tierra seca haciendo de césped en los jardines municipales.

En Badia vivían muchos emigrantes, trabajadores desplazados a la periferia por la incipiente burbuja inmobiliaria y estudiantes que cruzábamos un descampado para ir al campus de Bellaterra sin pagar el abono de los ferrocarriles de la Generalitat.

Si entonces me hubiesen ofrecido un millón de pesetas por encontrar en Badia un independentista, me habría quedado sin pasta y sin tiempo, porque era uno de esos feudos del extrarradio de Barcelona donde el PSC plantaba cara al afán de CiU y ERC por adueñarse de cada municipio, cada barrio, cada acera de Cataluña.

El domingo, el PSC volvió a ser la fuerza más votada en Badia, con 2.075 papeletas, aunque Ciutadans ya le pisa los talones con 1.912. Pero 1.107 vecinos se han declarado oficialmente independentistas: 728 apoyaron a Junts pel Sí y 379 a la CUP.

Si yo fuese uno de los impetuosos líderes del PP, me haría mirar lo de Badia del Vallès y sus 1.107 secesionistas. Porque hay dos causas explícitas para el avance del independentismo: el adoctrinamiento implacable del pujolismo con su catequesis primero nacionalista, luego soberanista y ahora ya descaradamente separatista; y una frustración por la crisis, los recortes y el deterioro de las condiciones de vida que una parte de la población ha canalizado hacia la ruptura con el Estado igual que en otros lugares se encauzó hacia fuerzas como Podemos.

Pero entre esos 1.107 independentistas de Badia del Vallès hay una cifra nada despreciable que ha generado el propio PP por acción -su papelón en el caso del Estatut o la labia de esos dirigentes y tertulianos nocturnos que, cada vez que abren la boca, fabrican dos mil o tres nuevos secesionistas- o por omisión: la táctica zen de guardar silencio y estarse quietos ha dejado a su partido en Cataluña a los pies de los caballos.

Y, si fuese de Junts pel Sí, también me haría mirar lo de Badia del Vallès. Porque, si tienen algo en mente más allá de mandar a la Moncloa los papeles pidiendo el divorcio de España, deberán gobernar para esos miles de ciudadanos que no se quieren ir. Y porque Badia, esa mancha que al pasar por la AP-7 ven a lo lejos a través de los vidrios tintados de su coche oficial, también es Cataluña.