¿Paraíso superconductor?

Jorge Mira Pérez
Jorge Mira EL MIRADOR DE LA CIENCIA

OPINIÓN

24 may 2016 . Actualizado a las 11:42 h.

Transportar corriente eléctrica no sale gratis. La corriente encuentra resistencia al circular por el cable y se va gastando por el camino. En 1911 un holandés descubrió, perplejo, que algunos metales dejan de ofrecer esa resistencia a unos 270 grados bajo cero. No solo eso: cuando el metal entra en ese estado superconductor se vuelve raro y no se deja penetrar por el efecto de un imán.

El resultado es casi mágico: el metal flota, levita sobre el imán. Desde hace un siglo, la ciencia persigue el sueño de conseguir esa superconductividad a temperatura ambiente. ¿Se imaginan las revolucionarias aplicaciones de tales corrientes y levitaciones?

En 1986 se produjo una conmoción: se consiguió el efecto a -238 ºC y, para colmo, en un material que no es un metal. La locura desatada provocó que un congreso celebrado poco después para estudiar el fenómeno se conociese como «el Woodstock de la física».

En apenas 8 años, se elevó esa maldita temperatura de corte a -140 ºC, y a -109 ºC si el material se sometía a mucha presión. Era 1994 y la cosa prometía, pero no se pudo ir más allá? hasta ahora. Un grupo alemán acaba de encontrar superconductividad a -70 ºC, en un compuesto de hidrógeno y azufre que es el responsable del mal olor en los huevos podridos.

Eso sí, para ello tienen que apretarlo a una presión 1.5 millones de veces mayor que la atmosférica. Sigue siendo una situación extrema, cierto, pero la sensación es que se ha abierto una nueva puerta y que la meta está más cerca.