«Matrix forever»

María Xosé Porteiro
María Xosé Porteiro HABITACIÓN PROPIA

OPINIÓN

02 sep 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La historia de la humanidad es el relato de las migraciones que desde el África ignota fueron escalando y dispersándose por todo el planeta. Llevamos millones de años caminando; evolucionando a base de procurar mejores lugares y más provechosos medios para subsistir. Somos aves migratorias aunque ocupemos espacios territoriales determinados a medida que la población aumenta y se asienta? Hasta que ocurre algo que provoca la búsqueda de una esperanza para vivir y echamos a volar. Es el caso del drama que están viviendo los miles de refugiados que huyen de la guerra, del hambre, del infortunio sin fin en Oriente Medio y en África subsahariana en este verano hostil.

«Questo é güerra», ha dicho Francisco, implorando compasión y compromiso a los gobernantes europeos que, impávidos, responden a esta llamada de auxilio levantando muros y poniendo puertas al campo. Pero es cierto, estamos ante una nueva forma de guerra que expulsa a la población civil huyendo de una muerte cierta. Ser soldado es mucho menos peligroso que ser un ciudadano ordinario en este nuevo siglo donde todo cambia para que todo siga igual.

Europa, igual que EE.?UU., asume con naturalidad la existencia de una interminable y famélica legión de desplazados en un nuevo éxodo forzado y forzoso. Lo hemos provocado desde nuestros países desarrollados y todopoderosos que se pasean por el resto del mundo con la barbilla alzada y la nariz apuntando al cielo para no mancharse la vista con la ruina que dejan a su paso. Tendremos que rehumanizar a nuestra precaria ciudadanía y recordar el camino que se lleva andado hasta llegar a estas mareas vivas de mujeres, hombres, niños y niñas. A veces, solo montones de carne hacinada en camiones congeladores donde probablemente mueren asfixiados. Otras, solo cifras recluidas en campos de ¿acogida? en condiciones miserables. Casi siempre, familias endeudadas en cifras astronómicas para economías tan sutiles que se rompen solo con pensarlas.

Ni las guerras de ahora son como las de antaño, aunque coincidan en ser el mejor semillero de muerte inventado por el ser humano. Ni los derechos humanos reconocidos como universales llegan siquiera al rango de nacionales en la gran mayoría del planeta. Ni la solidaridad, la compasión, la empatía, la fraternidad, tienen arraigo en las conciencias de los nuevos humanoides en que nos estamos convirtiendo. El fuego neoliberal a discreción a través de los mass media nos embrutece y duerme nuestra sensibilidad hasta apagarla como una colilla. Nunca ha tenido tanta repercusión y ha sido tan retransmitida una catástrofe humanitaria, pero nunca ha tenido tan poco impacto algo tan terrible.

¿Dónde empieza la realidad y terminan los videojuegos en las mentes cibernéticas que coronan nuestros cuerpos y manejan grandes hermanos invisibles? ¿Estaremos siendo los extras de una película producida por extraterrestres? ¿Quiénes somos? No nos reconozco. Matrix forever.