La pregunta que nos hacemos todos es la misma: ¿por qué ahora? ¿Por qué si la guerra civil siria hace cuatro años y medio que empezó, decenas de miles de sirios deciden, ahora, cruzar el Mare Nostrum en busca de refugio en la Unión Europea? ¿Por qué si Daesh invadió el tercio noroccidental de Irak y el oriental de Siria hace ya catorce meses, decenas de miles de iraquíes se arriesgan ahora?
No se trata solo de que las mafias que están forrándose a costa de la desesperación se han vuelto más eficaces a la hora de engañarlos. No. Hay algo más. Durante las décadas de la más dura represión de Sadam Huseín en Irak y de Hafez al Asad en Siria, los nacionales de ambos países tenían vetada la salida. Una fuga de talentos o simplemente una emigración importante hubiera sido la manifestación más evidente del fracaso de sus proyectos dictatoriales, una vergüenza para su causa. Hoy, Irak se encuentra a la deriva, resquebrajado en un mar de intereses sectarios y corrupción, y Siria es solo un desordenado campo de batalla. Ya no hay fronteras ni ejércitos que detengan a sus nacionales. Por eso, la respuesta se encuentra en Turquía, el mayor receptor de refugiados. Por una parte, su bombardeo de las posiciones kurdas está provocando un incremento del éxodo de sirios e iraquíes y, por otra parte, su aliento tácito a los refugiados para que avancen hacia Europa para sacarse de encima el problema, nos lo traslada a nosotros. ¿Por qué? Quizás porque intuye que se está abriendo un nuevo frente de batalla, esta vez en su territorio.