Invasión en la frontera

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

19 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

No hay fronteras, pero lo más probable es que vuelvan a aparecer, cada vez más protegidas por vallas más punzantes, más altas y sistemas de seguridad, cada vez más infranqueables y más temibles. Los años de aparente felicidad en los que se nos llenaba la boca hablando de las excelencias del mercado único europeo, de las bondades de la globalización, de la magia de la red de redes han llegado a su fin. Y despertar del sueño no está resultando ni fácil ni agradable.

En la era de las comunicaciones y los transportes rápidos imprescindibles para los que trabajan, estudian o simplemente viajan por placer, resulta que personas que jamás habrían soñado acercarse a nuestros países ahora se agolpan en las costas y detrás de los muros de protección de los pasos fronterizos. Cuando el sueño de poder ir de un país a otro de Europa sin tener que tramitar visados ni cambiar la moneda es una realidad a la que nos hemos acostumbrado, tenemos que recapacitar sobre cómo hacer frente el tsunami de emigrantes ilegales. Las oenegés están desbordadas, algo comprensible cuando solo en una semana han llegado 21.000 personas a la costa griega. Y de la invasión a la violencia por desesperación de quien es frenado a las puertas del objetivo soñado solo hay un paso; evitarlo empieza a ser preocupante, pero pronto será insostenible. Es imposible no sentir compasión por los que huyen de la guerra de Siria, o de la miseria de Afganistán, Pakistán o Eritrea, pero ¿cómo atenderlos a todos cuando hay millones de europeos parados, de niños mal alimentados, de ancianos que necesitan asistencia? Solidaridad, siempre, pero racionalidad también.