Mario Vargas en la cúpula rosa

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

27 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Mi admiración por Vargas Llosa, tantas veces confesada, me empuja a escribir estas líneas de consuelo. Para mí. Lo imagino enamorado y, como tal, más ardiente que este tórrido verano donde hasta las golondrinas visitan los refugios de aire acondicionado, cafeterías sonoras y cines al desnudo. A Mario Vargas le sale oneroso su amor por Isabel Preysler. Y no lo digo por los millones que se repartirá con Patricia, su anterior mujer. Le sale caro porque la sevicia de la prensa del corazón lo ha convertido en lo que no es: un frívolo, un veleidoso artista de tiempos fatuos, un fútil enigma en medio de la vorágine de comentaristas del sentimiento y otras aves de vuelo raso. Ha pedido, pobre, intimidad y respeto a la libertad, la suya. Un liberal convencido, como Mario, está siendo aplastado por la libertad. Apareció en una de esas revistas que todo lo compran (la intimidad, fundamentalmente) para depués todo venderlo y, desde entonces, ya no es lo que era. Se ha convertido, el maestro, en un personaje de la bufonada y el escarnio, en lo rosa. No sucede en todos los países.

En muchos de los más desarrollados, este tipo de prensa no existe o es pasto de la marginalidad. Aquí, un referente. Esas fotos, esas confidencias, esa demostración de que el ser humano ha nacido para la veleidad y la intranscendencia.

Que Vargas Llosa -el maestro- repose en la cúpula rosa solo me produce pesar. Ni estas líneas me consuelan.