Ortega y Gasset era aquel señor que, cuando le presentaron a Rafael El Gallo y este preguntó a qué se dedicaba, respondió, sin vaselina ni nada, que era catedrático de Metafísica, a lo que el torero replicó con un tajante revés:
- ¡Hay gente pa tó!»
A Ortega y Gasset, que era germanófilo de formación y griego de vocación, le haría mucha gracia todo lo que se dice ahora sobre Alemania y Grecia, sobre todo esa tendencia innata del listillo de barra de bar a pontificar sin rubor sobre la deuda soberana y el diferencial con el bono alemán con el mismo desparpajo que pontifica sobre el alerón trasero del bólido de Alonso o sobre los isquiotibiales de Messi.
A Ortega le ponían nervioso los tópicos, los clichés y los lugares comunes, que no dejan de ser un atajo para no pensar demasiado y despachar países y personas con una etiqueta simplona. Es lo que bautizó como lugarcomunismo y contra esa patología, que al final casi resultó tan letal como el comunismo a secas, ofrecía el pensador una contundente receta:
- O se hace ciencia, o se hace literatura, o se calla uno.
La nación respondió a esa bravata con el todólogo, que no hace ciencia, ni literatura, ni nada, pero tampoco se está calladito.
Con el calor de julio y el regadío cervecero, todólogos y lugarcomunistas abandonan el interior de la taberna donde han hibernado estos meses y hacen la mudanza a los vestuarios y los chiringuitos, el hábitat veraniego de esta especie peluda y gritona que desenfunda sin miramientos soluciones simples para problemas complejos:
- Eso de Grecia lo arreglaba yo en dos patadas.
Y quien dice arreglar lo de Grecia, por supuesto, dice ajustar el acelerador de partículas del CERN o tutelar la aproximación de la sonda New Horizons a Plutón, porque no hay cuestión que se resista al método infalible del lugarcomunista, que para soltar sus grandes verdades acostumbra a acodarse en la barra del chiringo, justo al lado del grifo de cerveza y del heroico barman, o se planta (en bolas, por supuesto) en medio del vestuario piscinero para sentar cátedra en chanclas:
- Al Tsipras lo largaba yo para Atenas pero rapidito, de paquete en la moto del Varufakis.
Se ve que El Gallo (y no Ortega) tenía razón y en España hay mucha gente pa tó, que es como llamaban antes a ese todólogo que mi corrector automático no reconoce y sitúa en algún punto intermedio entre el tocólogo y el podólogo. Igual la máquina no anda del todo desencaminada.