Silencio, se vive

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

16 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Ruido por todas partes. La saturación de información deforma. Autovías, trenes rápidos, aviones de bajo coste. Moverse de un lado a otro. Pantallas que parpadean. Más informaciones. Nuestros móviles son ya como esas pantallas de los aeropuertos que bailan los datos cada poco tiempo. Vértigo. Frente a esta vida de estampida, primero surgió ese movimiento estupendo de vivir despacio. Colectivos que se asociaban para aplaudir la vida que se saborea. Ir caminando a los sitios. Viajar no como un turista, hacerlo como un viajero, por carreteras secundarias y perdiendo el tiempo. Sí, oh, horror, perdiendo el tiempo a propósito. Bendito propósito. El ser humano necesita menos Twitter y más pasmar. Pasmar es uno de los mejores inventos de la humanidad. Quedarse un rato pasmando. Tomarse como una tarea fundamental, por ejemplo, ver la puesta de sol. O ver amanecer. No actualizar páginas webs, no contestar guasaps casi como una manía. Ver cómo el sol se hunde en un horizonte marino y lo pinta todo de naranja y luego de violeta. El verano es para eso. Y, para profundizar en aquellos movimientos de vivir despacio. Ir más allá. Pasar al modo silencio. Silencio, se vive. Esa es la nueva fórmula. Tenemos miedo del silencio, cuando es una maravilla. ¿Por qué tememos al silencio? Porque al detenernos y callar todo lo que nos rodea no tenemos más remedio que escucharnos a nosotros mismos y no nos gusta nada lo que oímos. Pero el silencio es fabuloso. En silencio se hacen muchas de las grandes cosas de la humanidad. En silencio, leemos. En silencio, acariciamos. En silencio, miramos y admiramos un cuadro, un paisaje. En silencio se cruzan las miradas. Lo dicho, silencio, se vive.