El acuerdo nuclear

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

16 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Nunca llueve a gusto de todos. Cuando casi todo el mundo celebra el acuerdo alcanzado para frenar el avance del desarrollo nuclear de Irán, los republicanos norteamericanos se llevan las manos a la cabeza e Israel manifiesta que este es un error histórico. Ambas opiniones tienen fundamento, pero como suele suceder, en el ejercicio del poder es preciso priorizar y, dado que el equilibrio en la región, mantenido desde la revolución iraní de 1979 y el ascenso del ayatolá Jomeini al poder, ha dejado de funcionar desde hace más de una década, ha sido preciso variar de estrategia.

De hecho, este acuerdo, que lleva fraguándose desde hace dos años, es consecuencia de la evolución económica, política y social de Oriente Próximo y de Irán. Una evolución de la que solo percibimos destellos con el aparentemente frustrado despertar árabe del 2011, pero cuyas raíces se hunden, entre otros, en el conflicto árabe?israelí; la precaria estabilidad libanesa; la rivalidad chií-suní; el caos de la guerra sectaria, la corrupción y el nepotismo de Irak; la guerra civil de Siria y los enfrentamientos sectarios y milicianos de Yemen y Libia.

Ante los problemas internos de Turquía, tradicional aliado occidental, y la necesidad de frenar el avance del EI en el tercio noroccidental de Irak con tropas en el terreno que solo Irán parece dispuesto a proveer, y pese a su diatriba antioccidental y antiisraelí, este país se ha erigido como el factor necesario para el reequilibrio. Un país que precisa desesperadamente abrirse al mundo para compensar a su población de la opresión política, religiosa y social y de las penurias económicas de las últimas cuatro décadas.