Crestas contra castas

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

21 jun 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El cambio de las últimas elecciones municipales ha supuesto no solamente un cambio ideológico, sino también un llamativo cambio estético. De la dialéctica de la boina y el birrete hemos pasado a de la camiseta y camisa arremangada frente a la corbata. Esta moda casual chic que exhiben los jóvenes ediles, resulta acorde con la estructura adolescente de la nueva política. Toda adolescencia supone la conquista de tres «íes» fundamentales para el desarrollo. La primera es conseguir una identidad diferenciada.

En una primera etapa el adolescente muestra una identidad vicaria proporcionada por el grupo de pertenencia que es quien determina cómo hay que vestir, cómo hablar y que gustos e intereses hay que tener.

Una vez pasado el sarampión del encantamiento grupal, el individuo comienza a diferenciarse del grupo y expresar una identidad madura y autónoma.

La segunda es la conquista de una intimidad capaz de trazar la línea divisoria entre lo íntimo y lo extraño, consiguiendo así una capacidad de discreción que lo protege de interferencias ajenas.

La intimidad la definen aquellos actos y sentimientos que quedan fuera del alcance del público, como cierto tipo de información que no conviene que trascienda más allá de un círculo privado -los tuits y el Facebook se vuelven más contenidos-.

La tercera es lograr una independencia emocional con respecto al grupo que le ayudó a crecer, sea familiar, pandillero o político, con el que hasta la fecha tenía una implicación emocional exclusiva.

El interés desborda el círculo íntimo y no todo lo interesante está en él. La estética del cambio observado viste a todo lo antes dicho. Hace poco Xosé Luis Barreiro escribía: «Lo que yo critico no son las políticas de izquierdas, ni las nacionalistas, ni las coaliciones, ni los cambios en el sistema... sino la indefinición de las mareas, el bordeo de la legalidad, el elitismo de la ética usurpada... y la trágica levedad imperante».

En realidad lo que asombra a don Xosé Luis es la irrupción en el poder de una generación de adultos adolescentes, cuya indefinición no es más que la carencia de una identidad madura; cuyo bordeo de la legalidad es equiparable a la rebeldía y confrontación típicamente adolescente con la autoridad; cuya apasionada idealización del mundo se expresa en esa levedad imperante del buenismo y la ética usurpada en exclusiva para el círculo. Porque solo un adolescente va a un entierro con chanclas, a una boda en camiseta o al palco del Real con gorrilla.

Eso no es normalidad, es una forma adolescente de demostrar «yo no soy como papá». Todo adolescente tiene que matar al padre -Freud dixit- y hoy papá es del pepé o, cuando menos, un pijo que lleva chaqueta y corbata.