Por qué no nos entendemos con Grecia

OPINIÓN

20 jun 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Si el Estado griego entra en bancarrota, toda Europa sufrirá turbulencias económicas. Y eso quiere decir que durante un breve tiempo tendremos que permanecer con los cinturones abrochados y con el servicio de cátering suspendido. Decir que va a pasar mucho más no es serio, porque la economía griega no tiene volumen para generar un tsunami y porque ya llevamos mucho tiempo advertidos de que el final de las tragedias griegas lo dirigen los hados. Quien va a tener un gravísimo problema es Grecia, que, habiendo confiado su futuro a un chantaje planteado frente a la UE -«o asumes mi catástrofe sin condiciones o montamos la de Dios es Cristo»-, está a punto de entrar, de la mano de Syriza, en la temible cofradía del Tercer Mundo.

Lo que sí tenemos en toda la UE es un gravísimo problema político, cuya dinámica discurre en sentido radicalmente inverso al que cree Grecia, y que también jalean los que mantienen la teoría de que Europa es un gran fracaso de Merkel, del que solo pueden sacarnos, en asombrosa coyunda, las minorías indignadas, las columnas de Krugman, la liquidez importada de China y los consejos de política social que Obama nos da y para sí no tiene.

El hecho de que Grecia sea casi un Estado fallido, y de que gran parte de su problema se haya originado en una desastrosa y tramposa gestión de los ingresos y gastos del presupuesto nacional, no significa que podamos lavarnos las manos mientras un país de la UE se va al garete. Europa debe saber que Grecia ya es insolvente, y que si no pagamos o condonamos gran parte de su deuda, su catástrofe es irreversible. Pero la UE también es consciente de que su respuesta al problema griego no puede premiar ni la mala gestión, ni la irresponsabilidad política, ni la negativa a un ajuste ordenado, ni la vía del chantaje chulesco que representa Varufakis. Y por eso es necesario que Grecia acepte sus responsabilidades, pida una ayuda realista y se incardine en el modelo económico europeo, antes de que caiga sobre ella el maná de los euros.

Pero Grecia -arrastrada por Syriza- no quiere integrarse. Y, lejos de ayudar a su propio rescate, se ha embarcado en la heroica estupidez de ser ella la que rescate a Alemania y a toda la UE de las garras del liberalismo, y la que, abrazando el modelo maniqueo de materia pecaminosa y espíritu puro, pretende confrontar los derechos con la riqueza, como si el bienestar se alimentase con las brisas del Egeo y el orden económico fuese la brecha traidora por la que entra el enemigo exterior a robar su retórica riqueza. Por eso no se puede ceder. Porque la UE es imposible sin orden jurídico y económico, y porque, si entramos en un debate de pillos y chantajes, media Europa caerá bajo el efecto dominó. Nosotros, que ya estamos fabricando nuestra utopía y nuestra Syriza particular, los primeros.