La anestesia del tiempo

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

19 jun 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Es la calma que da la edad, dicen algunos. Pero no sé si es la anestesia del tiempo. Está claro que es mejor cumplir que no hacerlo. Cumplir y cumplir años. Aunque hacerse mayor consiste muchas veces en pudrirse. Por dentro y por fuera. Se pudren los huesos, el hígado, los dientes. Se pudren las amistades, la nómina. Se pudre hasta la fe. Siempre se puede jugar con las palabras, esa fascinante billar del lenguaje, y convertir, en un ataque de optimismo, pudrirse en nutrirse. Entonces nos nutriríamos con los años. Nos nutrimos de vida, de experiencia. La experiencia sirve para equivocarse menos veces. Lo de cambiar de pudrir a nutrir me lo sopla una chica que juega con las palabras como si tuviese en su cabeza todas las barajas de los diccionarios. La arruga es bella, que decía la campaña de publicidad. O no. No es lo mismo morirse en una bañera que en una patera. Y, lo siento, con un gintónic más no te quitas años, solo te olvidas de los que tienes. ¿Qué es mejor que te den la mano o que sepas que en realidad te la quieren cortar? Hay demasiados corazones de asfalto o asfaltados. El tiempo es una trampa. Barajamos los recuerdos como las palabras. Y siempre me ha intrigado cómo los mayores se van refugiando en el silencio, como si el silencio fuese el único sitio habitable. En las residencias de ancianos apenas habla la televisión, con la sopa boba de los programas de las mañanas. La nostalgia es una miel y un veneno. Edulcoramos aquel verano de la adolescencia. Como dice un poeta, manejamos de forma portentosa una especie de photoshop del recuerdo que todo lo maquilla. Los años pesan como losas. Pero siempre es mejor estar así que el peso de la última losa, la que ya nadie mueve.