Una pregunta incómoda

Manuel Blanco Desar
Manuel Blanco Desar EL SÍNDROME G

OPINIÓN

17 jun 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Resumiendo: ¿por qué tenemos siempre el doble de paro en España y un empleo de peor calidad que el resto de la UE? Se podría matizar algo la pregunta, pero a grandes rasgos esta es una realidad desde 1980. Por si fuera poco dramática, aún se podría añadir que tras cada crisis vamos a peor, si comparamos los picos de desempleo y temporalidad españoles y europeos. Sin responder a esta pregunta y sin buscar soluciones para romper esta inercia, visto además el acelerado envejecimiento de la población española, nuestro futuro es más negro que gris.

En España somos muy dados a posturas cainitas, al sálvese quien pueda, al carpe diem latino... No lo somos a un enfoque constructivo, tampoco a planificar lo planificable con el debido consenso -caso de la educación, la política demográfica, la ordenación territorial...-, ni a aprender de los demás y escarmentar en cabeza ajena. 

La región de la UE con más paro es Andalucía (34,8 %), según los últimos datos de Eurostat (¡hasta trece veces mayor que el de la Alta Baviera (2,6 %)!), seguida de Canarias (32,4 %), Extremadura y Castilla-La Mancha. Las restantes comunidades autónomas tampoco están para sacar pecho, con un desempleo que dobla la media de la UE y, encima, superior al 20 %. Y eso con empleos que abocan a muchos trabajadores a salarios de miseria. Cada década transcurrida va a peor.

Ignoramos el motivo profundo de este diferencial, pero sí hay cosas que sabemos: las grandes inversiones en infraestructuras no han ayudado a Andalucía a mejorar en empleo; tampoco la proliferación de universidades (diez públicas y una privada). Canarias, más modesta, no ha tenido esas inversiones en infraestructuras y solo tiene dos universidades públicas más otra privada. En otras palabras: las inversiones realizadas en estos y otros ámbitos no han sido rentables. Más que invertir, hemos gastado. ¿Por qué?

La tendencia española a discutir sin fundamento, a envidiar al vecino, a repartir la miseria -qué hay de lo mío-, nos conduce además al bucle actual, donde nadie se preocupa de proponer una estrategia de país análoga a la de otras naciones que salieron del subdesarrollo o dieron un salto enorme, como Corea del Sur hace bien poco, o Alemania y Japón en la segunda mitad del XIX, o Escandinavia a principios del XX. Más modestamente, ya quisiéramos ser un país con un músculo industrial proporcional al de Francia o Italia. Pero no, aquí el plan es seguir con turismo y construcción, como hasta ahora: levantar algo la cabeza para hundirnos más que los demás en la próxima crisis. El Plan de Estabilización de 1959 aún rige.

Las explicaciones clásicas ya no valen. Mirando el mapa del desempleo continental, resulta que donde menos paro hay es en las regiones católicas del centro de Europa, desmontando la tesis weberiana sobre el espíritu del capitalismo ligado a la ética protestante. Lo que parece incontestable es que cuanto más al sur en Europa, más paro, y dentro de cada Estado meridional, más cuanto más al sur. El motivo lo desconocemos, pero no hagamos la fácil correlación entre clima y desempleo, porque tampoco funciona en Australia o Nueva Zelanda. Una cosa es segura: sin prosperidad no hay welfare, solo sucedáneos. 

Busquemos la raíz del problema y tratémosla. Al menos intentémoslo, porque así no se puede seguir. La prosperidad radica en la formación de la gente, pero invertir sin resultados es malgastar. Regar la arena de la playa no garantiza una buena cosecha. Hay que propiciar el humus sociológico necesario.

Pero claro, hablar de esto cuando es tan entretenido discutir la agenda tradicional española, de independencias folclóricas, de pactos políticos sin estrategia nacional para el desarrollo y la subsiguiente cohesión social, resulta algo tan friki entre nosotros como la Gran Coalición alemana CDU-SPD para asegurar que sus ciudadanos tengan un horizonte despejado en su vejez. 

Probemos de entrada a distinguir al industrial del comisionista, al fabricante del emprendedor guay, la escuela de ingeniería de la de negocietes, la excelencia científica universitaria de la literaria universidad endogámica.

¿Que no? Pues venga, otra de gambas, y la pagamos a escote, ea, que todo lo que hay en España es de los españoles, mientras lo haya. 

Manuel Blanco Desar es economista y experto en demografía