¿Estamos a setas o estamos a Rolex?

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

04 jun 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

S eguro que ya conocen el sobado chiste de los dos vascos que se fueron al bosque a recoger setas:

-¡Anda la hostia, Patxi, un Rolex!

-¿Pero a qué estamos, Iñaki, estamos a setas o estamos a Rolex?

Estamos a setas, evidentemente, por lo menos este año. Lo que nos ocupa y preocupa son los pactos para saber quién degustará el poder autonómico y municipal, la metamorfosis de los emergentes en casta, el anunciado lifting del PP y del Gobierno, la incesante proliferación de los hongos de la corrupción y el minucioso examen de la seta de la recuperación para determinar si se trata de una sabrosa Amanita caesarea o de una venenosa Amanita phalloides.

Del Rolex, abandonado en la espesura del monte, nos hemos olvidado. Y nos equivocamos, porque, bajo su apariencia de lujoso reloj de oro, se oculta una bomba de relojería. Una deuda pública de un billón de euros, casi equivalente al 100 % del PIB, y en plena expansión. Tan absortos estamos en nuestros hongos que apenas percibimos el inexorable tictac, si bien amortiguado por las paladas de dinero del BCE, y ni siquiera reparamos en la última homilía del FMI sobre el asunto.

El FMI de Christine Lagarde no sabe a ciencia cierta si anda a setas o anda a Rolex. Con una mano retuerce el cuello a Grecia y con la otra suaviza el discurso de la austeridad y advierte -bienvenido al club- que puede ser más perjudicial que beneficiosa. Hay una frase en su informe que me ha dejado turulato, por venir de quien viene. Esta: «Distorsionar una economía para deliberadamente reducir la deuda no hace más que elevar el nivel de endeudamiento». ¿En quiénes pensaban al redactarla? Tal vez en los griegos, víctimas dobles de un ajuste brutal y de una deuda al alza. O quizá en los españoles: después de acribillarnos a impuestos y recortes, la deuda creció 30 puntos en los tres años de Rajoy; en siete años y medio de Zapatero, 22 puntos.

Ciertamente tampoco necesitábamos al FMI para mostrar el callejón sin salida de la austeridad. La reforma exprés de la Constitución -el artículo 135 y la ley orgánica que lo desarrolla- constituye una prueba de cargo del fracaso. Allí se establece que la deuda pública no sobrepasará el 60 % del PIB en el año 2020. Y todo quisqui sabe que, aunque nos coloquen en el potro de tortura, tal objetivo es imposible. Para cumplirlo mediante recortes y superávits, habría que reducir la deuda en más de 400.000 millones de euros en seis años. Ni el que asó la manteca lo ve factible. Y para lograrlo por la vía del crecimiento, el PIB nominal tendría que expandirse más de un 60 % en el sexenio. Tarde piaches para emprender esa ruta.

Así pues, nos pasaremos el precepto legal por el arco del triunfo -Rajoy, émulo de Ada Colau, tampoco cumple leyes injustas-, seguiremos recolectando boletus y amanitas y el año que viene, Dios mediante, veremos cómo desactivar la bomba de relojería con apariencia de Rolex. Siempre que antes no nos estalle en las narices.