Aguirre, la incombustible

Enrique Clemente Navarro
Enrique Clemente LA MIRADA

OPINIÓN

11 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Se define con orgullo como liberal pero lleva más de 30 años viviendo de lo público en diferentes cargos. Llegó a la presidencia de Madrid a lomos de la traición de los diputados socialistas Tamayo y Sáez. Se retiró «definitivamente» para no irse jamás. Bajo su presidencia de la comunidad y del PP se extendieron por Madrid redes de saqueo, como la Gürtel y la Púnica, sin que, dice, se enterara de nada, pese a que entre sus cabecillas estaban algunos de sus colaboradores más próximos, como su mano derecha, Francisco Granados. Se dio a la fuga y embistió la moto de un agente tras dejar su coche en el carril bus en un lugar céntrico de la ciudad de la que quiere ser alcaldesa, por lo que le espera un juicio de faltas.

Criticó el «dedo divino» de Rajoy, que en un ataque de pánico la ungió como aspirante a la alcaldía de la capital, y luego ha impuesto sin miramientos los candidatos en las listas madrileñas. Hace campaña con un sofá hinchable donde se sientan los ciudadanos para expresar sus quejas. Aboga por erradicar de las calles a los mendigos porque molestan a los turistas. Multiplica sus apariciones televisivas y, a veces, las monta pardas como cuando responde con un inequívoco «exactamente» a la aseveración de un periodista que dijo que todos en el PP cobraban sobresueldos menos ella. Hace unos días, en el semanario Newsweek no descartaba ser presidenta del Gobierno. Es Esperanza Aguirre, la condesa populista, dicharachera, simpática cuando quiere, pero en el fondo dama de hierro a imagen y semejanza de su admirada Margaret Thatcher, animal político incombustible, amada u odiada. Las encuestas la dan como indiscutible vencedora en Madrid, aunque muy alejada de las mayorías absolutas que obtenía.