De Nepal a Chile

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

30 abr 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

En la retina, una imagen: la de un joven polvoriento, sentado sobre un túmulo de escombros, mirando a la nada. Desesperación, resignación, el vacío. Podría tratarse de cualquier persona en cualquier lugar del mundo. Hoy, sin embargo, se trata de Nepal, sumido en un océano de destrucción tras el terremoto del sábado pasado. Un país encaramado en las altas cimas del Himalaya, pobre, con una extensión similar a la de Galicia y una población diez veces mayor. Un Estado en el que la mitad de la población son niños, un 40 % de los cuales, al menos, sufre malnutrición. Una nación donde la devastación es total, por la antigüedad y mala calidad de las construcciones, lo que nos lleva a compararla con la del desastre que el terremoto del 2010 provocó en Haití.

En el otro extremo del planeta, en Chile, unos pocos días antes, el dormido volcán Calbuco decidió despertar, cubriendo con un espeso manto de ceniza grandes extensiones de terreno. Los daños materiales han sido cuantiosos, pero por fortuna no así los personales.

Es una triste coincidencia que en el 2010, cuando el devastador seísmo sumía a Haití en la miseria, otros que tenían lugar casi al mismo tiempo en Chile causaban daños muy superables.

Es difícil sustraerse al dolor ajeno. A los nepalíes el movimiento de las placas tectónicas les ha arrojado a las frías y húmedas calles de sus pueblos o ciudades. En Chile, el volcán ha dejado a muchas personas sin sus viviendas y medios de vida.

Una vez más, la naturaleza nos recuerda que ella es la que controla nuestra existencia y nos permite seguir viviendo sobre la superficie de este planeta que nos empeñamos en maltratar.