El futuro ya empezó. Las elecciones andaluzas dibujaron los primeros trazos del nuevo mapa político que se irá completando en las siguientes convocatorias de este año plurielectoral.
Podemos es ya una realidad palpable y cercana, no solo un grupúsculo activo en la inmensidad del aún lejano Parlamento europeo. Su condición de tercera fuerza en Andalucía y sus 15 escaños les obligarán a definirse y a concretar posiciones. Ya no bastará con definiciones de transversalidad ni con marcar diferencias verbales con la casta. Tendrán que decidir en qué apoyan y en qué no al Gobierno socialista y votar en un Parlamento que permitirá distintas formas de alcanzar mayorías.
Ciudadanos deberá decidir también qué es lo que quiere ser y qué lugar aspira a ocupar. El hecho de que sus votos sean suficientes para decidir si salen o no adelante en la Cámara las propuestas del probable Gobierno en minoría de Susana Díaz les obligará a una sobreexposición que pondrá a prueba su madurez como organización.
El PP tendrá que decidir si insiste en fiarlo todo a que los votantes vayan percibiendo la recuperación económica, mientras echa balones fuera sobre la pesada losa de la corrupción y las dudas sobre el origen del dinero con el que paga sus sedes, y sigue desdiciéndose de iniciativas fallidas como las del aborto o las tasas judiciales, o continúa adelante con otras tan impopulares como la prevista privatización del registro civil.
El PSOE ha logrado solo una prórroga para reinventarse.
El domingo empezó el futuro. Ahora les toca a cada uno retratarse ante una ciudadanía que aguarda expectante la siguiente cita con las urnas.