¿Cuántos partidos quiere usted?

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

22 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Basta ojear un mapa del mundo democrático para obtener una clara conclusión: que el número de partidos de un Estado es un índice fiable de la estabilidad de su régimen político. Los países anglosajones, con sistemas bipartidistas (EE.UU., Gran Bretaña, Australia o Canadá), han sido sin discusión los más estables. En cuanto a los multipartidistas, tan indispensable cualidad resulta inversamente proporcional a la complejidad de su sistema de partidos: a menos complejidad (Francia o Alemania) más estabilidad y menos a más complejidad (Italia o Bélgica).

Aunque la reciente historia española confirma también esa relación, lo cierto es que en nuestro país ha hecho fortuna la idea falsa, y antiintuitiva, de que todo mejorará en cuanto acabemos con eso que se ha dado en llamar bipartidismo (y que no es tal), de modo que la atomización del vigente sistema de partidos que anuncian las encuestas sería, al parecer, la llave que abriría la puerta de las bondades democráticas a las que la supuesta entente entre el PSOE y el PP habría dado cerrojazo.

Mi nulo entusiasmo con el modo deplorable en que uno y otro han administrado el poder del que han disfrutado no me lleva, sin embargo, a creerme algo que el sentido común permite desmentir: que una institución donde no hay quien forme mayorías estables de Gobierno es, para el pueblo, mejor que lo contrario.

Por eso, he de reconocerles, que siendo consciente de la imperiosa necesidad de mejorar nuestra calidad democrática (cuestión sobre la que he escrito en libros, revistas de pensamiento y este diario muchas páginas), no creo, sin embargo, que la consecución de ese objetivo vaya a verse facilitado por la voladura del actual sistema de partidos y por su sustitución por uno que, de parecerse a algo, se asemejaría al italiano, madre de la inmensa mayoría de los males que arrasan a un país que ha dado sujetos como Berlusconi o Beppe Grillo.

Hoy se celebran en Andalucía unas elecciones que podrían significar el principio del fin del sistema de partidos que, pese a todos sus problemas, han marcado el período más estable y positivo de nuestro borrascosa historia colectiva durante los doscientos años transcurridos desde 1812.

Muchos apuestan hoy por lo que consideran una formidable novedad, que abriría una nueva época de felicidad y vacas gordas. Pero ninguno ha sabido explicar cómo y por qué sería mejor tener en España cuatro partidos sin posibilidad de hacer Gobierno que dos mayoritarios; o cómo y por qué, Gobiernos inestables y de coalición, que es lo que ha tenido Italia en las cuatro últimas décadas, habrían de garantizar más calidad democrática, o menos corrupción, que los que hemos tenido en España desde 1982 en adelante. La simple comparación de nuestra realidad con la italiana contradice ese optimismo gratuito.