Hablemos de Grecia y su cuarto rescate

OPINIÓN

09 mar 2015 . Actualizado a las 07:36 h.

En mi casa de Forcarei, en la cena que ponía fin a la fiesta de la Virxe das Dores (último domingo de agosto), siempre se hacía el mismo comentario: «Xa está aí o Nadal». Y así sucedió hasta 1987, cuando mi padre, que acababa de cumplir 70 años, nos sorprendió a todos con una brillante enmienda: «O Nadal que está aí é o do ano que ven. O deste ano é como se xa pasara». Todos tuvimos la sensación de que los años habían convertido a papá en una extraña mezcla -existencial, rural y sin bachiller- de Jorge Manrique y Albert Einstein. Y desde entonces tenemos muy claro que la Navidad de este año, en la práctica, ya ha pasado, y que la que se nos echa encima es la del año que viene.

Valiéndome de esta perspectiva, de la que no parecen disfrutar los dirigentes europeos, quiero hablar del cuarto rescate de Grecia, que ya es inminente. Porque hablar del tercero, que -de acuerdo con lo dicho por De Guindos y Schulz- es el que oficialmente se está preparando, es como hablar del pasado. Y adopto esta perspectiva porque mi comentario va a ser político -de psicología social, para ser más exactos-, y necesito cierta perspectiva para enfocar la cuestión y ver si Tsipras y Varufakis pueden entenderme.

Que Grecia necesite dos o tres rescates más, y que haya que hacer dos o tres quitas sucesivas, no es problema, porque una UE sana y solidaria puede permitirse el lujo de poner a este pequeño país en la senda de un crecimiento sano y organizado. Puede hacerlo, y debe hacerlo. Pero el quid está en saber si Grecia tiene diagnosticado su problema y está dispuesta a resolverlo, o si los rescates solo son remedios paliativos que están creando adición al chute en una economía que no se quiere curar. Y para eso necesitamos comprobar si Grecia va a hacer un discurso riguroso, que le permita ser ayudada sin reventar los esquemas de gobernación de Europa, o si va a seguir retando a Alemania, buscando enemigos exteriores, y yendo por la vida de víctima insolente para poner en riesgo los frágiles acuerdos estructurales de la UE.

El problema, más que económico, es, como diría Hamlet, de «to be or not to be». Porque, si bien es cierto que cada país tiene derecho a votar a quien quiere y como quiere -¡faltaría más!-, también es verdad que cada pueblo tiene que soportar a aquellos que vota, y las consecuencias que produce el Gobierno de los ganadores. Y ahí está la clave de reflexión: ¿Se puede salir adelante con el discurso de Tsipras y las utopías de Varufakis, o son estos los que tienen que tragarse sus bravatas y poner orden en su propio país?

Europa, en esta circunstancia, debe prepararse, por si acaso, para el cuarto rescate. Pero si yo fuese el presidente del Eurogrupo, empezaría a estudiar también la salida de Grecia del euro. Porque, como dijo Cicerón, «si vis pacem para bellum». Así de claro.