Los muertos y las muertas

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa FARRAPOS DE GAITA

OPINIÓN

26 feb 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Como lo del debate es un duelo de plasma, lo mejor es verlo en la tele del bar, tomando notas en las servilletas, mientras los partidos sacan al pasillo a sus Hernandos (Rafael y Antonio), que son como Hernández y Fernández, pero con menos chispa que los sabuesos de Tintín. El Hernando del PP salió a repartir hasta en el cielo del paladar, pero sin llegar a las cimas de su jefe, que no sé si sorprendió más al llamar patético a Sánchez o al soltar una de esas verdades enormes, irrebatibles, que ya no se escuchan:

-Yo nací en Santiago de Compostela.

Al segundo día, sucedió lo irremediable: un diputado se desmayó en el hemiciclo. Era lo suyo, vista la oratoria anestésica de los líderes y que el estado de la nación es, tal cual, de jamacuco. Pero el hallazgo histórico de Joan Baldoví fue desvanecerse en la tribuna, no en el escaño, y, sobre todo, interrumpir la partida de Candy Crush de Celia Villalobos, que juntaba caramelitos en su tablet de vicepresidenta primera del Congreso como si el debate del estado de la nación fuese asunto de su chófer, que se llama Manolo, y no suyo.

Lo de Baldoví, que fue solo un susto, tiene mérito, porque una cosa es dejar fuera de combate a sus señorías, que a menudo se desploman sobre los papeles para echar una cabezada mientras habla un diputado por Ávila, pero aburrirse a uno mismo hasta la lipotimia es una proeza de la que no hay registros en el Diario de sesiones.

A veces ni se sabe si los diputados están desmayados, dormidos o muertos. Lo clavó Eva Orúe al retratar este fin de fiesta:

-Es como Los otros. Están todos muertos, pero no lo saben.