Sergio y Demis

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

22 feb 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El año se ha descorchado con la pérdida de dos iconos del pop: Sergio Blanco -de Sergio y Estíbaliz- y Demis Roussos.

Para cualquiera mayor de cuarenta años, la desaparición de algo tan familiar como pueda ser el No-Do o el Cola-Cao, no deja de provocar un cierto horror vacui.

Aunque eran muy distintos, tenían muchas cosas en común: ambos compartieron la fama en la misma época, a la misma edad y con el mismo género melódico.

Sergio era un buen cantante -a parte de ingeniero industrial- y un tipo incombustible que aparecía y desaparecía como una alergia de temporada. Primero fue el alto de Mocedades, luego irrumpió con coleta probando suerte en inglés y acabó en sus orígenes: como integrante del Consorcio (antes Mocedades) y pareja artística de una Estíbaliz madura. Largo y delgado como un fagot, afinaba en trémolo la segunda voz de forma portentosa. En todos sus registros obtuvo éxitos que son ya unos clásicos. Hay que decir que Sergio y Estíbaliz se presentaron dos veces a Eurovisión cuando Eurovisión suponía algo y no quedaron nada mal.

Sergio era doméstico, más de verle feliz comiéndose un chuletón en Bilbao y entonando unos cantitos a los postres; Demis, en cambio, triunfó internacionalmente, cosa que Sergio no logró, pero es que Demis era egipcio, de familia griega originaria de Alejandría, cantaba en francés y llevaba una túnica rapeliana que tapaba su cuerpo de Venus de Willendorf. Un tipo así resulta imbatible incluso para alguien de Bilbao. Demis tocó con Vangelis y puso voz a la banda sonora de Carros de fuego después de haber formado parte de varios grupos de rock.

Los dos dejaron demasiado pronto de sufrir de oído y las pasaron canutas. Ambos llevaban años fuera de juego a causa de diferentes penalidades.

Demis fue un hombre atormentado por una depresión derivada de su derrota frente a la obesidad, de la que llegó a escribir un libro, y lo secuestraron en pleno vuelo allá por el 1985, lo que tampoco ayuda a vivir tranquilo.

Sergio peleó durante años contra un cáncer mientras esculpía esculturas, y Demis contra otro haciendo dietas.

Demis fue un perdedor que siempre ganaba y Sergio un campeón que nunca necesitó ganar.

Su desaparición deja la desazón rara de una esquela de alguien entrañable y familiar con el que creciste.

Escucho el «Triky triky mana gú» de Demis y el «Tú volverás» de Sergio y brindo por ellos.

¡Grandes ambos!