Austeridad de ley

Mariluz Ferreiro A MI BOLA

OPINIÓN

04 feb 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Es como si las tablas de la ley tuvieran letra pequeña. Como si Moisés no hubiera notado que había un asterisco. Como si pasara por alto una pequeña nota a pie de piedra en la que se recordaban dos mandamientos sobrevenidos. Uno para la deuda y otro para el déficit. Bueno, concretamente para la deuda y el déficit públicos de países como Grecia. La austeridad se presenta como una cuestión que va mucho más allá de la economía, es una obligación moral, un castigo divino reservado a vagos, mentirosos y corruptos. Es fácil imaginar a Angela Merkel oficiando como reverenda en una película de Dreyer. ¿Caminar por la senda de la quita? No. ¿Atisbar el perdón? Nunca. Eso está reservado a otros. A otros países, como la propia Alemania en los cincuenta. Y a empresas gigantescas. Se han salvado Titanics financieros a cuenta del erario público porque, literalmente, eran demasiado grandes para dejarlos caer. Otra cosa es ayudar al vecino de al lado. Al señor del quinto.

Es sencillo acusar a los parias del sur de ser adictos al dinero fácil. Todo adicto necesita un camello. Y el camello no regala droga. Hace negocios. Goldman Sachs maquilló las cuentas de los griegos para ocultar su déficit público a cambio de varios cientos de millones de dólares. Sin su ayuda no hubiera sido posible mantener la burbuja flotando sobre la Acrópolis. Grecia se emborrachó después con los Juegos. El Gobierno heleno acabó denunciado a Siemens por sobornar a políticos para conseguir jugosos contratos. La cuestión es si alguna vez pagarán sus deudas económicas y morales los que hacen girar la rueda del casino, Y esa duda explica ciertos resultados electorales. Los doce mandamientos no son para todos.