El BCE, ante su decisión más esperada

Xosé Carlos Arias
Xosé Carlos Arias VALOR Y PRECIO

OPINIÓN

20 ene 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Pocas veces una importante decisión de política monetaria ha estado tan anunciada. Tanto que si, supongamos, todo se hubiera tratado de un malentendido, y finalmente el consejo del BCE no lanzara una gigantesca bolsa de liquidez -de al menos medio billón de euros- sobre la economía europea, la decepción sería mayúscula. Y sus efectos impredecibles. Porque efectivamente todo el mundo espera que Mario Draghi anuncie después de la reunión del jueves 22 un cambio en la política del eurobanco, que pasaría a comprar deuda de un modo intenso e indisimulado.

En realidad esta decisión aún no tomada ha producido ya notables efectos. Por ejemplo, ha obligado al Banco de Suiza a liberalizar su tipo de cambio, lo que ha supuesto su fuerte apreciación, originando una tormenta financiera de gran calado (mostrando de paso que las aguas en los mercados internacionales de capital solo están aparentemente calmadas, y que en cualquier momento pueden surgir tensiones desde los lugares más insospechados). Porque los mercados ya están descontando en su comportamiento esa fuerte relajación cuantitativa en el continente. Nadie debiera extrañarse por ello, pues es sabido -lo acaba de remarcar uno de los máximos expertos en la cuestión, Lorenzo Bini Smaghi- que «la expectativa de que un banco central se va a embarcar en una compra masiva de activos importa mucho más que la compra en sí misma».

Demos por hecho, entonces, que el BCE lo hará. ¿Cuáles serán sus consecuencias? Muy importantes, sin duda, en el corto plazo. Confiemos en que la mejora en los niveles de capitalización de los bancos permita que, esta vez sí, al menos una parte de esa liquidez adicional se filtre hacia los sectores de la economía real. Combinado con una cierta, pequeña relajación de la política de recortes fiscales, que ahora mismo parece observarse, debiera favorecer un mayor brío de la reactivación.

Pero tampoco nos engañemos. A casi nadie se le oculta que las políticas monetarias tienen ya poco recorrido posible para impulsar una recuperación genuina, y que a partir de un límite los costes posibles (como la generación de nuevas burbujas) supera claramente sus beneficios. En el caso de Estados Unidos esos límites ya han sido sobrepasados, mientras que en Europa queda todavía un margen. Pero nadie debiera esperar a estas alturas que un banco central por sí solo pueda obrar milagros.

Ante el peligro real de un largo estancamiento, la incomparecencia de la Comisión Europea y los gobiernos, y la ausencia de una acción más directa sobre la economía real, no podrán ocultarse durante mucho tiempo tras los faldones del señor Draghi.