En febrero del 2009 Mariano Rajoy compareció arropado por toda la cúpula del partido -a su izquierda estaban Ana Mato y Francisco Camps- para asegurar de forma solemne que Gürtel no era una trama del PP, sino contra el PP. Seis años después se continúa presentando como perjudicado y se declara «absolutamente ajeno». Ni la catarata de pruebas acumuladas ni el auto del juez Pablo Ruz ni el demoledor escrito de acusación de la Fiscalía Anticorrupción parecen haber variado su posición de partida. El simple sentido común dicta que si tres tesoreros de un partido están acusados de graves delitos, no puede serle algo absolutamente ajeno. Porque ya es mala suerte poner como responsables de las cuentas a tres presuntos corruptos. Si la trama se benefició de sus estrechas relaciones con altos cargos populares para saquear los fondos públicos algo tendrá que ver, al menos, el partido que los puso allí y no detectó el latrocinio. En total, la fiscalía pide penas de más de 360 años para quince ex cargos del partido. En su comunicado exculpatorio, el PP no habla de que la Fiscalía, al igual que ha hecho el juez Ruz, detalla la existencia de una caja B en la formación política, algo que Rajoy negó expresamente en sede parlamentaria. Despachar uno de los mayores casos de corrupción de la democracia con un comunicado de este tipo, haciéndose la víctima, no es de recibo. Ni la más leve autocrítica, ni explicaciones, ni petición de disculpas ni, mucho menos, asunción de responsabilidades. Su justificación es que el PP no tiene nada que ver con los dirigentes del PP que se lo llevaron por ser del PP. El PP es absolutamente ajeno al PP. La cuadratura del círculo.