Hay un puente en Berlín que es una de las postales de la ciudad. Es el puente de Oberbaum, sobre el río Spree. Une dos de los barrios más animados y es un ejemplo de la utilidad de un puente. Pero no quiero hablar de arquitectura. La reflexión es sobre otros puentes más peligrosos. El partido antieuro de Alemania quiere acercarse a los islamófobos que se multiplican por el país. Más todavía tras los sucesos de París. Si Alternativa por Alemania ya fue capaz de llevarse más de un siete por ciento del voto en las europeas, ¿qué pasaría si crecen y se unen a Pegida? Pegida es el movimiento Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente y sus marchas de los lunes en Dresde están cada vez más concurridas. Los expertos alertan de esa alianza. Las encuestas ya señalan que Alternativa por Alemania puede superar el diez por ciento en unas nuevas elecciones. Y, junto a Pegida, podría ser más. Es terrible que, a una tierra como Alemania, que vivió todo lo que vivió, regresen fantasmas del pasado. El hombre siempre tropezando en las mismas piedras. Los especialistas señalan un segundo peligro. Ambos movimientos están suavizando su mensaje para no parecer extremos. Se ponen la piel de cordero para captar en el caladero de las dañadas clases medidas. Alemania ha sido, después de Estados Unidos, el país que más extranjeros ha recibido (casi medio millón). Y estas fuerzas políticas agitan el miedo de unas clases medias que han visto como, con la crisis, su bienestar se quebraba. Y lo más fácil siempre es echarle la culpa al que viene de fuera. Señalar al diferente. El populismo asusta.