De las tertulias al poder

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

14 ene 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando a este cronista se le ocurrió crear la primera tertulia de análisis político (La trastienda, cadena Ser, año 1983), era un invento periodístico para complementar el trabajo ordinario de los servicios informativos. Después, el género fue asumido por Luis del Olmo, lo incorporaron las demás emisoras de radio, saltó a las cadenas de televisión y hoy, con ligeras variantes, es una parte fundamental de todas las programaciones. Ese formato se ha llegado a convertir en el gran escenario del debate político en España. Con un Congreso donde apenas hay discusión ideológica y con un Senado cuya tarea no trasciende más que en las sesiones de control al Gobierno, el debate se ha trasladado a las tertulias. Suyo es el monopolio.

Ahora, su última aportación a la vida pública es la de convertirse en fábrica de candidatos y quién sabe si de líderes. De las tertulias televisivas ha salido Podemos, su máximo dirigente Pablo Iglesias y algunos de sus compañeros de dirección. Los espectadores de El gato, Las mañanas de Cuatro o Al rojo vivo supieron antes y más de la existencia de esa fuerza política y de su presentación a las elecciones europeas que muchos cronistas no pegados a la pequeña pantalla. Las tertulias de La Sexta permitieron aflorar al profesor Antonio Miguel Carmona, candidato del PSOE a la alcaldía de Madrid. En los mismos espacios ganó fama y presencia Tania Sánchez, que los comunistas ven como el caballo de Troya que coloca Podemos a las puertas de Izquierda Unida. Y, cuando creíamos que el PP se libraba de esa contaminación, este lunes llegó la otra sorpresa: Rajoy eleva a portavoz electoral al joven Pablo Casado, habitual de La Sexta noche. Pablo no destacó como diputado ni demostró en el Parlamento sus dotes de comunicación. Fue en la tele donde aprobó la selectividad.

Hace años, cuando Aznar era presidente, le pregunté de dónde extraía los nombres para el Gobierno y el partido. «De FAES», me respondió, y me pareció inteligente porque, si no hay una escuela de formación de líderes, acaba siendo sustituida por el peloteo, las lisonjas al líder, la zancadilla al compañero o la pelea oportunista.

Ahora la promoción a partir de las tertulias tiene algo positivo, que es escoger a buenos dialécticos. Pero tiene algo peligroso: el riesgo de reducir la selección política a quien es más fotogénico o da mejor en pantalla. Muy propio de la cultura de la imagen, muy dudoso cuando pierden validez otros valores.

Y en todo caso digo: si las tertulias son un trampolín político, sus participantes no irán a exponer ideas, sino a promocionarse. Ya no son las tertulias de análisis que en su día creamos. Son otra cosa. Mejor o peor, no lo sé; pero otra cosa.