No seamos sus cómplices

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

12 ene 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Conocí a la líder indigenista guatemalteca Rigoberta Menchú en la Asamblea Anual de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) que se celebró en Los Ángeles (EE.UU.) en 1996. Cuatro años antes había recibido el Premio Nobel de la Paz (1992) en reconocimiento a su lucha por la justicia social y la reconciliación étnico-cultural basada en el respeto de los derechos de los indígenas. Nunca olvidaré su expresión afable y su disposición a escuchar y a debatir sin acritud, segura de que el entendimiento es siempre la meta irrenunciable. «Creo firmemente que el respeto a la diversidad es un pilar fundamental en la erradicación del racismo, la xenofobia y la intolerancia», decía.

Yo pensaba en ella -y en sus hermanos masacrados- mientras seguía las noticias de la matanza en el semanario Charlie Hebdo. Pensaba en que, a pesar de su amarga historia, Menchú no había pronunciado una palabra de odio o de venganza. Inútil buscar un paralelismo con lo de ahora: un muro insuperable los separa. Es la distancia que media entre la resistencia inteligente y el fanatismo ciego, entre la reivindicación lúcida y el argumento obcecado y sediento de absurdas venganzas seudohistórico-religiosas.

«Si no podemos poner fin a nuestras diferencias, contribuyamos a que el mundo sea un lugar apto para ellas», dijo John Kennedy con un impecable talante democrático. Pero no se le ocurrió incluir en su noble objetivo a los protagonistas de estas acciones sanguinarias. Porque es verdad que la búsqueda del entendimiento nos engrandece, pero es igualmente cierto que la diversidad humana ha de levantarse sobre el respeto mutuo.

Quizá sea necesario construir un mundo nuevo en el que quepan muchos mundos. Pero ese mundo nuevo no puede alzarse sobre una pira funeraria de libertades y conquistas democráticas. Como advirtió Umberto Eco, «el fin del terrorismo no es solo matar ciegamente, sino lanzar un mensaje para desestabilizar al enemigo». Es algo que debemos tener muy presente. Porque también es verdad que «nadie puede aterrorizar a toda una nación, a menos que todos nosotros seamos sus cómplices». Lo dijo Edward R. Murrow, el gran periodista de la CBS retratado en la película Buenas noches y buena suerte.