No es Podemos, es el cabreo social

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

30 dic 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Los señores Urkullu y Mas, reunidos solemnemente en Vitoria, decidieron declarar dos enemigos de su causa nacionalista: la llamada recentralización del gobierno Rajoy y el partido Podemos, que ha tenido la osadía de meter la mano en su plato electoral. Digamos que la recentralización no está clara, no se sustenta en ningún dato ni se ha restado ninguna competencia a las autonomías, pero Urkullu y Mas no serían nacionalistas de verdad si no la invocaran con alguna frecuencia. Es una protesta de ritual, que queda muy bien en los manifiestos y proclamas de Convergència y el PNV. No le doy, por tanto, mayor importancia que la estrictamente litúrgica.

Lo de Podemos es más serio para ellos y para todos. Especialmente para ellos. Se han efectuado encuestas en Cataluña y el País Vasco y, como en el resto de España, estos chicos nuevos de la ruptura están comiendo pastel electoral. No tienen estructura ni líderes regionales conocidos en ambos territorios, pero da igual: están de moda, son un estado de ánimo y muchos ciudadanos les prometen su voto. Y lo que duele al nacionalismo: le quita seguidores. Es decir, anuncia una pérdida de dominio social futuro. En el País Vasco, de forma tan clamorosa que, si hoy hubiera elecciones, Podemos se quedaría a un escaño del PNV y pasaría por delante de Bildu. Sencillamente espectacular como pronóstico. Para la moral nacionalista, demoledor.

Se confirme o no se confirme, me parece un panorama morbosamente sugestivo. Al partido de Pablo Iglesias, beneficiado hasta ahora por los estados de opinión de la sociedad de la crisis, solo le faltaba convertirse en garante de la unidad de España o ser la fuerza política que estructura esta nación. Ese título se lo adjudicó a sí mismo el PSOE en tiempos de Felipe González, cuando el socialismo era fuerza determinante en casi todas las regiones, singularmente en el País Vasco y Cataluña. Se lo adjudicó después el PP, aunque con algunos méritos menos. Y ahora ninguno de los dos puede apropiarse de ese título, porque ambos son minoritarios, es decir, intrascendentes, en las dos comunidades. Ni separados ni juntos pueden detener, por ejemplo, una iniciativa parlamentaria contraria a la unidad de la nación.

Y ahí aparecen los chicos de Podemos. Con un serio peligro para todo, pero como un serio freno al independentismo. Cuesta trabajo creerlo, pero los nacionalistas se lo empiezan a creer. Pablo Iglesias y sus muchachos son los únicos que, por ahora, les han metido el miedo en el cuerpo. La verdad de fondo, sin embargo, es otra: la verdad de fondo es que lo que estructura España es el cabreo social. Los de Podemos son simples beneficiarios por tener el discurso adecuado en el momento oportuno.