Peor, imposible

Ventura Pérez Mariño PUNTO DE ENCUENTRO

OPINIÓN

01 dic 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

El presidente de la Generalitat, Artur Mas, y dos de sus consejeras han empezado, contra lo que pueda suponerse, ganando el partido más importante de su vida política: el obtener la independencia para Cataluña. Y lo han hecho sin haber aún comenzado el partido, incluso sin haber salido al campo; sin despeinarse; sin cambiarse de ropa.

Y esa victoria se debe a muchas circunstancias, y en lo que aquí nos concierne gracias a las ayudas inestimables que supone la presentación de una querella contra ellos por el fiscal general del Estado, Torres-Dulce, que se ha lanzado a la piscina sin percatarse de que estaba vacía. Y en esa actitud el fiscal viene amparado, o tal vez incitado por el Gobierno de la nación que no en vano es el que lo propone (lo nombra). Nótese que a los miembros del Gobierno, cuando se les ha preguntado por la decisión tomada por Torres-Dulce, se han lavado las manos como Pilatos.

La querella presentada acusa de la comisión delictiva llevada a cabo por Mas y como toda querella tiende al fin de que se condene al querellado.

Y de hecho ya ha comenzado la pena para Artur Mas, que será sometido a las preguntas ya no del fiscal sino también de las acusaciones populares, entre ellas las del sindicato Manos Limpias. Y seguirán diligencias e inclusive es posible, y desde luego querido por muchos, el verlo sentado en el banquillo de los acusados: la pena de banquillo y la posible condena penal.

El planteamiento de llevar a Mas ante la jurisdicción penal no tiene desperdicio. Es confundir la vía política que, nos guste más o menos, es la practicada por el Gobierno de la Generalitat, con la vía judicial, que no tiene nada que pintar en este tema. Los hechos de los que se les acusa a los querellados son de índole evidentemente política y es ahí donde deben dirimirse.

Pero la consecuencia de la querella será más grave. A Artur Mas lo iremos convirtiendo así en una mártir de la causa catalana, y crear mártires es un auténtico peligro. Los sudafricanos creyeron que con condenar a Mandela y enviarlo a prisión les desaparecería el problema y no fueron capaces de ver que con su acción crearon a un gran hombre que de la celda pasó a la Jefatura del Estado. Se podrían poner muchos otros ejemplos, pero la realidad nos irá pasando las correspondientes facturas. En nuestro país hay auténticos termiteros dispuestos a derribar lo que nos queda. La cordura es un mal para ellos. Son los que mandarían a la Guardia Civil a poner orden el pasado 9 de noviembre. O los que sostienen que lo importante es que se haga justicia aunque se hunda el mundo. Cuanto peor, mejor. Y por la derivada que hemos entrado, peor imposible.