Un nuevo contrato de confianza

OPINIÓN

02 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando alguien progresa, los demás se preguntan con qué extrañas maniobras lo habrá hecho. Cuando triunfa, se le buscan los defectos. Vivimos en el recelo, talón de Aquiles de España. Porque sobre la desconfianza es imposible levantar un país. Una sociedad se cimenta sobre un horizonte compartido y la confianza mutua, la certidumbre de que los demás harán lo que deben en aras del bien común, paralelo al bien personal, y lo harán por convicción, no por imposición. Cuando se rompe ese consenso, cuando se desprecian los lazos invisibles que nos llevan por la misma senda, cuando el interés particular suplanta el general, nos adentramos en la selva y desembocamos en una guerra de todos contra todos en la que siempre ganan los buitres, los sin escrúpulos, y pierde la sociedad. Porque si bien a falta de principios buenas son leyes, estas siempre pueden ser burladas. Y así ha ocurrido sistemáticamente durante años, con el agravante de que una coalición de dirigentes políticos y económicos próximos al poder se ha aprovechado de su posición de preeminencia para sortear las normas y los mecanismos de control. Ha fallado todo y, por ello, necesitamos una recomposición general. Una profunda regeneración democrática, sí, pero también recuperar valores esenciales. Como la confianza en que los demás, igual que uno mismo, harán lo que deben y que quienes vulneren ese contrato social serán castigados. Por eso es fundamental que los partidos purguen sus penas y desaparezca la sensación general de impunidad. Porque, de lo contrario, será imposible renovar ese contrato de confianza entre políticos y ciudadanos sin el cual España carece de futuro.