El caldo de cultivo de la corrupción

OPINIÓN

03 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Se armó la marimorena por la declaración de Rajoy sobre que la corrupción era de unas pocas cosas. Lejos de aquietar los ánimos, tuvo que cambiar de registro y pedir perdón a los españoles porque días después se hizo público un escándalo que afectaba a un relevante afiliado al partido que preside. Quizá lo más significativo de la reacción social es que el plausible gesto del Presidente del Gobierno no ha sido juzgado suficiente. Esa reacción es preocupante porque es síntoma de que algo anormal está sucediendo en el acontecer de nuestra democracia y afecta a todos los partidos políticos. Desde el punto de vista cuantitativo nos conviene aceptar que se trate de pocos casos. Pero, de entrada, la relevancia de algunos tiene un efecto demoledor para la confianza de los ciudadanos en las instituciones. El comportamiento no ejemplar del yerno del Rey don Juan Carlos, con sus consecuencias procesales, hizo más daño a la Corona que cualquier otro suceso. El reconocimiento de Jordi Pujol sobre la importante cifra de dinero oculto ha sido un impacto en la línea de flotación del nacionalismo catalán otrora moderado. Desviadas conductas de personas en destacados puestos públicos producen la desmoralización de los ciudadanos por falta de moralidad. La respuesta a lo que es un clamor popular no ha podido ser más decepcionante si nos atenemos solo al espectáculo que se ofreció en el Congreso de los Diputados y en el Parlamento de Galicia. El tú también o el tú más ahonda el desapego. No es necesario que se echen en cara lo que es, en lo esencial, del conocimiento de los ciudadanos. No hace más que incrementar la sospecha de que la corrupción es mayor de la que se reprueba en público. La oposición parlamentaria forma parte del sistema democrático, pero no parece que todos tengan la impresión de que es el sistema lo que empieza a estar en cuestión.

Hay aspectos que necesitan de la cirugía judicial y de la practicable dentro de los partidos para que lo corrompido no afecte a la totalidad. Positivo es que se adopten reglas que hagan más difícil los casos de corrupción, y el conocimiento público de los casos puede operar como una vacuna, siempre que la dosis sea la adecuada y oportuna. Me temo que la patología no se cura solo con esas medidas. La corrupción no se manifiesta solo en lo que es punible. Hay una antesala en la que se genera su caldo de cultivo.

El funcionamiento de los partidos políticos tiene mucho que ver. Lo chocante de la hazaña del pequeño Nicolás es que resultaba verosímil. El partido político se presenta no como un servicio al país, sino como oportunidad para medrar. Puede comprobarse socialmente y en nombramientos legales en los que no predomina la idoneidad. El país precisa gestos de los políticos que sean creíbles y no parezcan mera táctica. En El año mágico de Adolfo Suárez, que acaba de publicarse, fue posible. Una regeneración de valores democráticos oscurecidos, por no hablar de un rearme ético.