El caos de Artur Mas

Carlos G. Reigosa
Carlos G. Reigosa QUERIDO MUNDO

OPINIÓN

27 oct 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Artur Mas ha logrado marear a todos sus socios e interlocutores, y lo ha logrado sobre todo porque estos se han dejado extraviar en las galerías de sus múltiples y enrevesados argumentos. Francesc Homs ha sido el portavoz que ha retorcido cada estratagema presidencial con habilidades del manual de Schopenhauer para tener siempre razón. ¿Qué razón? La que necesita Mas para mantenerse como presidente de la Generalitat. Es decir, la que permite ganar tiempo mientras se marea la perdiz con una consulta cuya forma ya parece ser lo de menos. Hasta aquí ha llegado el convoy.

¿Y de ahora en adelante? Más de lo mismo. Porque si la unidad soberanista no se recompone, tampoco urge convocar elecciones o precipitarse con cualquier otra decisión. Antes hay que exprimir el jugo del victimismo y culpar a España del desastre con argumentos que se guisan cada día en la Generalitat. Porque el verdadero problema es que aún hay menos independentistas de los necesarios para ganar un hipotético referendo. ¡Menos mal que España sigue impidiendo que se haga esa comprobación!

A estas alturas, Artur Mas está siendo el mejor jugador de la partida, y hay que reconocérselo. Está en una posición muy incómoda, cierto, pero también muy rentable. Ha descolocado a sus socios soberanistas -que ya no saben qué hacer- y a sus propios hermanos de Unió. Es decir, ha logrado la centralidad, ese espacio que cotiza al alza en estos tiempos. El problema es que, para perdurar, tiene que seguir haciendo equilibrios en el alambre. Mas y Homs han demostrado ser inasequibles al desaliento en el arte de hacer girar la peonza, pero todo tiene un límite. O no. Es cosa de conejos en la chistera.

Lo cierto es que el caos no le sienta mal a Artur Mas. Gana tiempo y los demás se desesperan. Inventa consultas sin ninguna credibilidad y dice que ha cumplido sus promesas. Y ni siquiera miente, porque sus promesas nunca fueron más claras que sus acuerdos de ahora. Seguro que en su cabeza hay un montón de argumentos para seguir así y los irá exponiendo -en el orden que estime oportuno- cada vez que lo necesite. Yo soy todo oídos, porque el espectáculo, políticamente deplorable, está lleno de intriga.