Nuevo charco para Pedro Sánchez

OPINIÓN

23 oct 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Pedro Sánchez quiso dar la campanada debatiendo con Montoro su enmienda a la totalidad de los Presupuestos. Lo normal es que ese debate -tópico, predecible e inútil- quede a cargo del portavoz de economía, y que los primeros espadas -Rajoy y Sánchez- se enfrenten solo en debates de gran calado político. Y lo anormal sería que Rajoy hubiese bajado a la arena, a petición de Sánchez, para darle la posibilidad de lucirse en una de las enmiendas a la totalidad que la oposición presenta todos los años -por pura inercia- contra el proyecto del Gobierno.

Claro que, una vez tomada la decisión de intervenir, a Sánchez se le abrían dos caminos: mostrarse como alternativa, y discutir los presupuestos con el mayor realismo y apego al sistema que aspira a gobernar; o levantar el estandarte de la indignación y el maniqueísmo político y discutirle a Podemos quién ofrece más rebajas en su tienda. Y lo que Pedro Sánchez hizo fue dejar claro que, desde la perspectiva del PSOE, la política actual no tiene nada que ver con los proyectos globales, la competitividad y la sostenibilidad de los sistemas productivos y financieros, y que lo único que se debate es quiénes son los buenos, que nunca ganan las elecciones y por eso no lo pueden arreglar, y quiénes los malos, que gastan sus mayorías en favorecer a los ricos, por interés, y humillar a los pobres, por crueldad gratuita.

Sánchez ofició de maniqueo, dando a entender que el PP puede, pero no quiere -porque son malos y disfrutan con el hambre de los niños-, y el PSOE quiere, pero no puede -porque a pesar de ser como franciscanos laicos, están rodeados por un electorado al que el estómago vacío no les deja distinguir al lacayo Rajoy del carismático Sánchez. Y acabó metido en otro charco. Porque lo que vino a decir es que el Estado no puede distribuir su panacea -pagar las hipotecas de todos los insolventes, volver a los despilfarros enmascarados bajo los grandes servicios sociales, subir los sueldos con independencia del devenir de las empresas, repartir bocadillos a la puerta del colegio, y crear un nuevo plan E, para distribuir a voleo los millones de un nuevo endeudamiento- porque mientras él ofrece Jauja, la gente se aferra al seco y duro corazón del ultraliberal Montoro, que sigue empeñado en la consolidación fiscal, la reforma laboral y el rescate y ordenación del sistema financiero. ¡Qué asco!

Pedro Sánchez tiene derecho a optar por lo que quiera. Pero yo lamento dos cosas: que no haya demostrado que el debate de presupuestos se puede hacer -desde su condición de profesor- al margen de la demagogia y el populismo; y que haya gastado tanto esfuerzo en convencernos de que lo mejor que cabe hacer es votar a Podemos. Porque si la batalla es entre los buenos y los malos, como dice Sánchez, no hay cosa más estúpida que elegir al regular.