¿Y ahora qué, señor Rajoy?

OPINIÓN

24 sep 2014 . Actualizado a las 04:00 h.

No fui a la manifestación de los grupos provida el pasado domingo. Tampoco fui en ocasiones anteriores. Y nunca jaleé esta clase de iniciativas. Porque ese no es el mejor de los escenarios posibles para abordar el aborto. En bioética se trata de deliberar, no de ganar. La fuerza es la de los argumentos, no la de los votos ni la de las encuestas.

Sin embargo, cuando estaba en la oposición, Rajoy sí que animó a los afiliados del PP a manifestarse en contra del aborto. Y aunque él nunca asistió a una de estas manifestaciones, que yo recuerde, en las mismas sí que participaron destacados dirigentes de su partido, de los cuales al menos dos tienen cartera en su Gobierno, y no me refiero al dimitido Ruiz-Gallardón. Ayer, al conocerse la retirada del anteproyecto de ley y posteriormente la dimisión de este, un amigo me decía: Rajoy tiene principios pero, si no gustan al electorado, los cambia. Vamos, la política. Mi padre llamaba a esto ser un cambiachaquetas. Esta actitud de los actuales líderes políticos, de uno y otro color, explica en parte la profunda desafección ciudadana respecto a la política. Si a ella unimos los numerosos casos de corrupción, la explicación está completa. Un político sin ideales es un simple vendedor de feria. Pero la gente sigue teniendo sueños, y quiere comprometerse con ideales y valores.

El daño que se está infligiendo a la ética cívica de este país es enorme: ahora soy provida, ahora no lo soy. En un ambiente cultural suficientemente marcado por una moral líquida y relativista, urge recuperar la universalidad del bien para hacer frente con éxito a los retos que, como sociedad, tenemos planteados; que no son de simple gestión, sino de hondas raíces morales. La sabiduría es más necesaria cuando menos creemos en ella. En cualquier época, incluso en las civilizaciones que alcanzaron un mayor grado de progreso y desarrollo, una generación inmadura puede inundar la escena pública por un corto espacio de tiempo y, siempre por culpa de la mirada política cortoplacista que solo ve en el horizonte una convocatoria electoral, cosechar para todos el fruto amargo de su insensatez.

En el tema del aborto debemos promover un debate abierto, plural y sosegado; que se nutra de información seria y veraz; y que conduzca a decisiones prudentes y respetuosas con la dignidad de todas y cada una de las partes implicadas: la mujer, el nasciturus, las personas con discapacidad. No es una cuestión de derechos, sino de responsabilidades. Tampoco lo es de derechas o izquierdas, como intentan vendernos algunos, sino de civismo y coherencia. Y mucho menos es una cosa de mujeres, porque el feto no es una parte del cuerpo femenino.