Máquinas de escribir

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

20 sep 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

El mundo digital tiene muchos peligros. Que se lo digan a Jennifer Lawrence con sus fotos desnuda rulando por la nube. Y, ante tanto peligro hasta para los gobiernos, ya está aquí un cantado retorno al pasado. Mientras las tecnologías avanzan a toda velocidad y trabajan como locas en la idea del reloj como artilugio mínimo e ideal para que llevemos en la muñeca el teléfono, el ordenador, la tableta, todo en un reloj de muñeca, no de pared, resulta que los servicios de espionaje se pasan a la máquina de escribir. A las copias con carbón. Nada de nubes ni pinchos. Nada de correos electrónicos que llegan a demasiados sitios. Vuelve el espía de toda la vida. El informe con máquina de escribir y entrega en plan correo del zar en mano, por si acaso. Alemania y Francia ya han dedicado dinero a comprar máquinas de escribir (que se revalorizan en Internet, hasta sus piezas), y se fían más de las que ni siquiera son eléctricas, no vaya a ser que por el enchufe se filtre algo. Hasta el actor Tom Hanks se ha forrado en Estados Unidos con una aplicación para tabletas que suena como si al darle a las letras le estuvieses dando a las teclas, con la campanilla de final de línea incluida. Vivimos otro ataque de retorno al pasado. A aquellas redacciones en las que los periodistas tecleaban como si se les fuese el alma, con el humo de los cigarrillos que impedía ver al compañero de enfrente.