Síndrome posvacacional

Ignacio Bermúdez de Castro
Ignacio Bermúdez de Castro PASOS SIN HUELLAS

OPINIÓN

01 sep 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Coincidirán conmigo en que en un país en donde existen cinco millones y pico de desempleados, padecer el denominado síndrome posvacacional es cuando menos poco solidario. Si uno tiene vacaciones un mes es porque durante los once restantes tiene un puesto de trabajo. Un auténtico privilegio como para apellidar de tan irreverente forma a la más que normal pereza por volver a la aburrida rutina. ¿Qué pensarán al respecto los millones de españoles que se levantan cada mañana con la preocupación de cómo van a dar de comer a sus hijos si no encuentran un empleo de inmediato? Seguro que ellos estarían encantados de padecer en grado máximo tan insustancial mal. La enfermedad de los que comen caliente cada día.

Reincorporemonos con la efímera mala leche de antaño. La que se esfumaba a media mañana del primero de septiembre al reencontrarnos con los compañeros de siempre. Pero, por favor, si caemos en el error de comentar que padecemos síndrome posvacacional, hagámoslo en voz sumamente baja. No vaya a escucharnos un parado de larga duración que nos haga caer en la cuenta del mundo en el que vivimos.